El
profesor de Religión en las escuelas adventistas, ¿tiene un rol primordial?
Víctor A. Jofré Araya
Magíster (C) en Educación Religiosa
Profesor de Religión y Filosofía
Colegio Adventista de Iquique, Chile
Introducción
Como ex-alumno y actual profesor de
Educación Religiosa de un Colegio Adventista, continuamente me he enfrentado a
la crítica por parte de alumnos y apoderados que mantienen una posición hostil
a la enseñanza de la Religión en nuestras escuelas y liceos. Es más, en más de
alguna oportunidad esa crítica la he recibido de hermanos y hermanas de la
misma iglesia que opinan que no se debería impartir dicha clase en forma
obligatoria a nuestros alumnos y alumnas. Algunos de ellos afirman que basta y
sobra con lo recibido en la casa cada día y en las reuniones de iglesia cada
fin de semana. “La vida espiritual de mi hijo(a) –afirman– no depende de una
clase de Religión”.
Si bien algunos estarían de acuerdo
con que “la integración de fe y enseñanza ha llegado a tener el significado de
que nuestro sistema de creencias colorea el proceso de educación y altera el
producto de la educación” (Morrison, 1995, p. 9) y por lo tanto estarían de
acuerdo en la plena vigencia de las clases de Religión y de un programa
aguerrido de integración de la fe en los procesos de enseñanza-aprendizaje en
nuestras escuelas, se muestra la otra alternativa que, aunque proviene de lo
que podríamos considerar una minoría no deja de ser importante o digno
de consideración.
Ante este escenario, ¿puede el
profesor de Biblia revertir estas opiniones adversas? ¿Qué rol cumple esta
importante pieza del sistema educativo adventista en la visión acerca de dicho
sistema en la mente de alumnos y apoderados? Ted Wilson (2011), actual
presidente de la Iglesia Adventista del Séptimo Día a nivel mundial, afirma en
este respecto que nuestras escuelas, tanto secundarias como superiores,
“brindan la comprensión fundamental que necesitan los estudiantes para tomar
decisiones, aun en medio de todas las falsificaciones” (p. 10).
En busca de un solución
Valuegénesis, un estudio sobre
espiritualidad de nuestros jóvenes realizado en la década de los ’80, arrojó
entre sus resultados que el 63% de alumnos de 6° a 12° grado de escuelas
adventistas dicen que el profesor de Biblia es un factor de importancia en sus
decisiones espirituales (Gillespie, 2006). Es decir, por cada dos alumnos que
no aprecian la clase de Religión, existen al menos tres que sí lo hacen.
Aquello es alentador, si consideramos además que a diferencia de lo que
podríamos esperar la cantidad de alumnos de nuestra iglesia que asisten a
nuestros colegios no sobrepasa el 40%. Al menos en mi Colegio esa realidad un
tanto cruda es patente.
Ahora bien, “como adventistas, la
Biblia entera es importante para nuestra fe” (Hasel, 2006, p. 10) y, ¿quién es
la persona más apropiada para enseñarla en nuestras escuelas que el profesor de
Religión? Si bien es cierto que se espera que cada profesor integre en su
currículum “vistazos” de la fe bíblica y de la vida cristiana, es más cierto
aún que esa tarea muchas veces no se realiza a cabalidad. Esto produce,
entonces, que la figura del profesor de Educación Religiosa no pase
desapercibida a la vista de apoderados y alumnos, transformándose en muchas
oportunidades en mano derecha de la Capellanía y apoyo espiritual para muchos
alumnos en diferentes circunstancias y oportunidades. Aquí algunos afirman que
enseñar las Sagradas Escrituras debería ser un ministerio para el cual se esté
debidamente adiestrado, haciendo de la clase de Religión la más importante en
nuestro currículum (Henri, 2006).
Reafirmando la idea anterior, en un
estudio realizado por Grajales y León (2007), se determinó que la mayoría de
los padres y alumnos de cursos terminales de enseñanza básica daban primacía a
cuatro puntos relevantes de la educación adventista: (1) aceptar a Cristo como
Salvador, (2) cultivar la comunión diaria con Dios, (3) aprender a tomar
decisiones apropiadas y (4) que la Biblia fuese la base de la enseñanza. Y otra
vez me pregunto: ¿quién es la persona que puede proveer en el salón de clases
del clima apropiado para realizar dichas tareas y promover en los alumnos y
alumnas las instancias de decisión que le permitan acercarse a la Palabra de
Dios y finalmente decidir por Jesús? La respuesta parece obvia: el profesor de
Religión.
Sin embargo, muchas veces se asigna
la clase de Religión “a personas de tiempo parcial, que no están comprometidas
en hacer de la sala de clases una prioridad, o que simplemente no saben cómo
enseñar Biblia de manera efectiva” (Henri, 2006, p. 3). En este sentido, la
escuela estará dando una señal disonante, pues por un lado afirma que la
enseñanza de la fe es importante, pero por otro lado asigna en esta labor de
relevancia a personas poco capacitadas o poco motivadas para realizarla.
A propósito de lo mismo, el
espíritu de profecía afirma:
Debe emplearse el mejor talento ministerial
para conducir y dirigir la enseñanza de la Biblia en nuestras escuelas. Los que
son elegidos para esta obra necesitan ser cabales estudiantes de ella; deben
ser hombres que tengan una profunda experiencia cristiana; y su salario debe
pagarse del diezmo (White, 1971).
Conclusiones
La evidencia empírica apoya la importancia y el valor de integrar la fe
en la enseñanza. Dicho lo anterior, es que postulo la relevancia debida del
maestro de Educación Religiosa en nuestras instituciones educativas. Un maestro
capaz de aproximar a los alumnos a la fe viva que se vierte de las Sagradas
Escrituras, que hace de Jesús el amigo de los niños, niñas, jóvenes y señoritas
con los cuales se rodea a diario, dentro y fuera del salón de clases. Un
maestro capaz de hacer de cada clase una instancia de aprendizaje y decisiones
espirituales. Un maestro que sea un agente de cambio. Un maestro cabalmente
capacitado, adiestrado y motivado para llevar a sus alumnos y alumnas de las
superficialidades del mundo contemporáneo a las profundidades de la Palabra de
Dios y desde allí alzarlos a los pies de la cruz, para hacer del Señor, no sólo
su mejor amigo, sino su Salvador en esta vida y en la eternidad. A ese tipo de
maestros el Señor llama y mi desafío convertirme en esa clase de maestro
también.
Referencias
Gillespie,
V. B. (2006). El ministerio de la enseñanza de Biblia. En Revista de
Educación Adventista, 23, 21-24.
Grajales G.,
T. y León V., V. (2007). Importancia y efectividad de la filosofía educativa
adventista en Chile. En Revista Internacional de Estudios en Educación, 7
(2), 82-94.
Hasel, F.
M.. (2006). Entregar lo que es realmente importante: Transmitiendo los valores
y creencias adventistas junto con un espíritu de servicio y misión. En Revista
de Educación Adventista, 23, 10-15.
Henri, D.
(2006). Para mejorar la calidad de la enseñanza de Biblia. En Revista de
Educación Adventista, 23, 3, 32.
Morrison, P. B. (1995). Su clase de Biblia: ¿Da vida o letargo? En Revista de Educación Adventista, 3,
9-12. Recuperado el 9 de febrero, 2012 de http://circle.adventist.org/files/jae/sp/
jae1995sp030904.pdf
White, E. de
(1971). Consejos para los Maestros. Mountain View,
CA: Asociación Publicadora Interamericana.
Wilson, T. N. C. (diciembre 2011). Una red de crecimiento. En busca de los
factores que hacen a la identidad adventista. En Adventist World, 8-10.