El
cristiano y la política
Bert
B. Beach (Ph.D., Universidad de París, Sorbonne) es el director de relaciones
entre iglesias de la Asociación General. Su dirección es: 12501 Old Columbia
Pike, Silver Spring, MD 20904, EE. UU. de N.A.
¿Debe
desempeñar el cristiano algún papel en la política? ¿Pueden un
miembro o la iglesia misma estar involucrados en la política? ¿Cómo deben
relacionarse ellos con el estado y con las autoridades políticas del momento?
Estas y otras preguntas han surgido desde el mismo nacimiento de la iglesia
cristiana.
Algunos adventistas creen
que la iglesia no tiene ningún papel político que desempeñar, y que el papel
del cristiano, como individuo, es insignificante. Esta idea está fundada en el
concepto de que el reino de Cristo no es de este mundo. Otros adventistas
insisten que tanto los individuos como la iglesia tienen responsabilidades
sociopolíticas indiscutibles para mejorar las condiciones de vida. Algunos
cristianos van varios pasos más allá alegando que la tarea más grande del cristianismo
es trabajar para lograr un orden político cristiano que conduzca al
establecimiento del reino de Dios en la tierra. Entre estas dos tendencias
extremas existe una gran gama de variaciones.
El ejemplo de Cristo
Solamente en muy raras
ocasiones Jesús hizo referencia al tipo de sociedad política a la cual debían
aspirar él y sus discípulos. El no asumió la posición de ser un reformador o
defensor sociopolítico. Tampoco enunció ninguna plataforma política. Las
tentaciones en el desierto tenían una clara dimensión política y él las
resistió. A pesar de que tuvo más de una oportunidad para asumir el mando del
pueblo aprovechando situaciones en que se podría dar un golpe de estado (por
ejemplo, la alimentación de la multitud y la entrada triunfal a Jerusalén), no
escogió esa opción.
Al mismo tiempo, las
enseñanzas de Jesús pueden conducir a un significativo acontecimiento
sociopolítico cuando son vividas por la comunidad cristiana. El les ofreció
buenas nuevas a los pobres, libertad a los oprimidos y “vida en abundancia”
(Juan 10:10). Por lo tanto, los adventistas contemporáneos, al seguir el
ejemplo de los cristianos a través de los siglos, deben reconocer que pesa
sobre sus hombros cierta responsabilidad social. Los pioneros predicaban no
solamente el evangelio de la salvación personal, sino que también estaban
interesados en los alcohólicos, los esclavos, las mujeres oprimidas y en las
necesidades educacionales de los niños y los jóvenes.
La Biblia y la
responsabilidad sociopolítica
La responsabilidad
sociopolítica del cristiano está basada en dos fundamentos bíblicos. Primero,
la doctrina de la creación. Dios creó ex nihilo un universo y nos estableció como
mayordomos gobernantes de este mundo. La mayordomía incluye responsabilidad y
obligación de responder por medio del dominio sobre la jurisdicción que le ha
sido asignada.
Segundo, la doctrina de la
humanidad. Los seres humanos han sido creados a la imagen de Dios. Los
parámetros de la responsabilidad humana con respecto al servicio descansan
dentro de este concepto bíblico de la naturaleza humana. El punto de vista
cristiano es que los hombres y mujeres no son una resaca que flota en el mar de
la vida, sino personas con un papel responsable que desempeñar y con un futuro
brillante. Este potencial humano ofrece propósito, dirección y optimismo a los
cristianos que sirven a otros en el ambiente comunal.
Por lo tanto, el
cristianismo no es una religión de un individualismo insular o de una
introversión aislante, sino que es una religión de comunidad. Los dones y las
virtudes cristianas conllevan implicaciones sociales. La dedicación a
Jesucristo significa dedicación a todos los hijos de Dios, lo cual engendra la
responsabilidad por el bienestar de otros.
El dilema de la doble
ciudadanía
Los cristianos sinceros
afrontan el dilema de la doble ciudadanía. Por un lado, pertenecen al reino de
Dios y por otro, a su país de ciudadanía. Son parte de la “nueva humanidad” y
viven en medio de la “vieja humanidad”. ¿Existe aquí un conflicto inherente?
¿Debe la juventud adventista escoger una ciudadanía y renunciar a la otra? No
cabe duda de que en algunas ocasiones puede haber un conflicto cuando las
demandas o deberes de una ciudadanía chocan con los de la otra. En tales casos
la Escritura es clara: “Es menester obedecer a Dios antes que a los hombres”
(Hechos 5:29).
Sin embargo, el reino de
Dios no está aislado del mundo presente; “entre vosotros está” (Lucas 17:21).
En otras palabras, el reino de Dios es una esfera, una dedicación, una actitud
y una manera de vida y pensamiento que se infiltra en la totalidad de nuestra
existencia y da especial significado a nuestra ciudadanía nacional. Es la
soberanía de Dios que invade la vida humana.
El “no hacer nada” es una
acción política
El orden político de la
sociedad es la provisión providencial de Dios para la humanidad caída. Dios no
le pide a la “gente buena” de la sociedad que se mantenga fuera del proceso
gubernamental y se aleje del control socio-político y económico, dejándolo en
manos de los “malhechores”. Los cristianos deben ser la sal y la luz de un
mundo social y por lo tanto no pueden optar sencillamente por salirse del
proceso político. En realidad, una abdicación tal sería en sí una acción
política que abre el camino para el control político por aquellos que apoyan
algo menos que los valores cristianos. El “no hacer nada” es una receta segura
para que el pecado llegue a ser el amo. Los adventistas tienen tanto el derecho
como el deber de usar su ciudadanía terrenal con el fin de mantener a la
iglesia libre para poder cumplir con su mandato y ayudar como individuos a
satisfacer las urgentes necesidades sociales.
Deberes de la ciudadanía
política
Los adventistas afrontamos
por lo menos cuatro deberes de ciudadanía política.
Primero, el deber de la
oración a
favor de los que ocupan cargos gubernamentales. Necesitamos orar pidiendo ayuda
divina en la solución de algunos de los problemas socio-políticos que afectan
la vida humana negativamente y también por la proclamación del evangelio. Las
oraciones y las súplicas de los fieles se elevan mucho más allá que las
declaraciones y acuerdos que llenan montañas de papel reciclable.
Segundo, el deber de votar y presentar peticiones ante las
autoridades gubernamentales. Los adventistas debiéramos votar, aun cuando a
veces tengamos que hacerlo escogiendo entre el menor de dos o más males. En
relación con esto, registrarse para votar es el primer paso que debe darse.
Tercero, el deber de
educarnos y estar bien informados. Los adventistas, no menos que otros
ciudadanos, necesitamos estar involucrados en una educación continua con
respecto a los problemas que afectan la vida presente como la futura. La
ignorancia política no aumenta la dicha espiritual.
Cuarto, el deber de
lanzarnos y mantener una posición pública. Los adventistas tenemos este derecho
constitucional. Además, algunos nombramientos a puestos gubernamentales no
requieren lanzarse a una campaña. Ellen White declara que no hay nada malo en
aspirar a sentarnos “en asambleas legislativas y deliberantes, y dictar leyes para
la nación”.1 Sin
embargo, aconseja que los pastores y los maestros empleados por la denominación
se abstengan de actividades políticas partidarias.2 La razón que da es clara: La política
partidaria corre el riesgo de crear disensiones. Un pastor podría fácilmente
dividir su congregación debido a diferentes partidos y debilitar en gran manera
su habilidad de servir como pastor de todo el redil.
Peligro de politización
Habiendo subrayado las
responsabilidades y privilegios del ciudadano, se hace necesario dar una
advertencia contra el peligro de la politización tanto de los individuos como
de la iglesia. Los adventistas, al igual que otros cristianos, corren el
peligro de ser engañados por César. El éxito en la política involucra
transigencias, la exaltación personal, el ocultar debilidades y el juego de
papeles partidarios. A veces, se vuelve necesario aceptar un curso de acción
que no se corresponde con las mejores convicciones morales del individuo. La
política es un jefe exigente y puede convertirse en algo totalmente absorbente.
Los políticos cristianos caminan sobre una cuerda floja. Deben evitar
contaminarse por la característica irónica y totalmente absorbente del
activismo político que puede degradar sus esfuerzos a tal punto que podría
parecer que no hay un Dios involucrado en los asuntos del hombre.
Hay un creciente aumento
del peligro de politización dentro de las iglesias. Esto no solamente ha
conducido a la participación de la iglesia en actividades políticas, sino
también a la interpretación de la fe cristiana y del evangelio en términos de
valores políticos. En muchas iglesias el interés parece haberse desviado de la
moralidad individual a la moralidad social. El resultado ha sido que en ciertos
segmentos de la iglesia se ha permitido que las ideas seculares sirvan para
modelar los valores cristianos de manera que hay muy poca diferencia entre lo
secular y lo sagrado. Es triste ver que por lo general, a menudo las actitudes
cristianas son las mismas que las de la sociedad en general.
Participación discreta de
parte de la iglesia
Lo que acabamos de decir
nos indica la necesidad de una participación política juiciosa. Una iglesia
mundial con miles de instituciones, con 10 millones de miembros adultos y
muchos más seguidores, no puede evitar de tener contacto con el Estado y de
participar en la política, que es el arte de gobernar. No solamente los
individuos, sino también las organizaciones de la iglesia, tienen derechos y
responsabilidades. La iglesia tiene el derecho de intervenir en lo que respecta
a la legislación o acciones reglamentarias que afectan la misión de la iglesia,
ya sea de manera positiva o negativa.
La iglesia nunca (¡y nunca es una palabra fuerte!) debe
identificarse con un partido político o sistema político en particular. Una
identificación tal podría resultar en un alfa rápido de privilegios temporales,
pero que inevitablemente arrastrará a la iglesia por el resbaloso declive
político hacia el omega de la parálisis evangelística y profética.
En resumen, “la iglesia
deber ser la iglesia” y no una agencia sociológica más. Su enfoque más
promisorio para lograr un cambio en la sociedad es transformar individuos,
gente. Al hacer esto, los adventistas cumpliremos de una manera doble la misión
de Dios en el mundo: Evangelismo y servicio.
Notas y referencias
1.
Elena White, Mensajes para los jóvenes (Publicaciones Interamericanas) p. 33.
2.
White, Obreros evangélicos (Casa
Editora Sudamericana) pp. 406-410.
2 comentarios:
la verdad es que la idea principal me parece un tanto extraña, pero entiendo el motivo de esta, comprendo que el cristiano debe de aferrarse a las normas del cielo mas que a las de este mundo, pero el permanecer neutrales ante todo en lo que a política se refiere es algo peligroso, sin mencionar que siendo la política algo que afecta a todos de alguna forma u otra, es bueno tener cierta presencia en esta, aunque la política no es mi fuerte, creo que es importante ser presente en ella.
Hay una sola cosa que el cristiano debe defender en política y sin meterse en ella ojo hablo de idea política y con el voto... la libertad de fe, conciencia y expresión.
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