¿Hay
un lugar para los adventistas en política?
Jane
Sabes (Ph.D., Auburn University) es profesora de ciencias políticas en Andrews
University. Anteriormente trabajó como secretaria del departamento de Salud y
servicio social en el estado de Wyoming. Email: sabesja@andrews.edu.
Abraham, José, Ester,
Daniel, Moisés. Nombres bien conocidos para casi todos. Consideremos por un
momento cómo fueron catapultados al centro del escenario todos estos personajes
bíblicos. También tengamos en cuenta las significativas bendiciones que se
obtuvieron como resultado de que ellos se ocuparon de asuntos políticos.
José ejerció el don que
Dios le dio de interpretar sueños, cuando predijo siete años de prosperidad
para Egipto, a ser seguidos por igual número de años de hambruna devastadora.
Diseñó entonces un plan para salvaguardar la nación y sus habitantes durante
esos tiempos peligrosos. Como recompensa por su buen consejo fue designado jefe
de estado, segundo después del rey. “Por qué dispuso el Señor exaltar a José a
tan grande altura entre los egipcios? Podía lograr sus propósitos […] de
cualquier otra manera […] pero quiso hacer de José una luz, y lo puso en el
palacio del rey para que la luz celestial alumbrara cerca y lejos […]. También
mediante Moisés, Dios colocó una luz junto al trono del mayor reino de la
tierra, para que todos los que quisieran, pudieran conocer al Dios verdadero y
viviente”.1
La experiencia de Daniel,
Ananías, Misael y Azarías fue similar a la de José. Al ver en esos jóvenes
promesa de notable capacidad, Nabucodonosor decidió prepararlos para ocupar
posiciones importantes en su reino. “He ahí al cautivo judío [Daniel], sereno y
dueño de sí mismo en presencia del monarca del más poderoso imperio del mundo
[…]. El Rey de reyes estaba por comunicar una gran verdad al monarca
babilónico.”2 Recompensado
por su distinguido servicio, “el rey puso a Daniel en un puesto prominente y lo
colmó de regalos, lo nombró gobernador de toda la provincia de Babilonia y jefe
de todos sus sabios. Además, a solicitud de Daniel, el rey nombró a Sadrac,
Mesac y Abednego administradores de la provincia de Babilonia. Daniel, por su
parte, permaneció en la corte real. (Daniel 2:48,49).*
El desfile de piadosos
individuos en servicio público continúa en el Antiguo Testamento, con Esdras.
Su vida “entre los judíos que permanecieron en Babilonia era tan singular que
atrajo la atención favorable del rey Artajerjes, con quien habló libremente
acerca del poder del Dios del cielo […]. Era tan grande la confianza que tenía
el rey en la integridad de Esdras, que le manifestó un favor señalado […] hizo
de él un representante especial del reino medo-persa y le confirió extensos
poderes”.3 Del
mismo modo Nehemías, jefe de seguridad (“copero”) del rey Artajerjes “tenía
libre acceso a la presencia real. En virtud de su puesto y gracias a su
capacidad y fidelidad, había llegado a ser amigo y consejero del rey”.4
Abdías, otro devoto
creyente, fue designado mayordomo del palacio del rey Acab (1 Reyes 18).
Permaneció fiel a Dios independientemente de su cargo junto al rey más malvado
de Israel. Además, por su elevada posición, Abdías pudo albergar y alimentar a
cien profetas de Dios durante el hambre de tres años y medio.
También tenemos a Ester,
que por providencia de Dios fue elegida reina del Imperio Medo-Persa. Desde esa
posición pudo frustrar los planes de Amán para exterminar al pueblo de Dios y
su tío Mardoqueo, por informar de un atentado contra la vida del rey Asuero,
recibió el cargo anteriormente ocupado por Amán, “ascendiéndolo a un puesto más
alto que el de todos los demás funcionarios que estaban con él” (Ester 3:1).5
En contraste con el
Antiguo Testamento, los escritores del Nuevo exploran más el reino de la
justicia. Sin embargo continúan dando el perfil de personas involucradas en los
asuntos públicos. Recordemos a Zaqueo. En Lucas 19 se relata el notable cambio
que se operó en la vida de este hombre debido a su encuentro con Cristo. Como
resultado del mismo, este personaje anteriormente de mala fama, ejerció luego
sus deberes con limpia conciencia, sin que haya indicios para sugerir que
Cristo le hubiera pedido que abandone su cargo de recolector principal de los
impuestos en Jericó.
En épocas más modernas
tenemos a Juan Wiclef, un cristiano ejerciendo diversos cargos gubernamentales.
Elena White comenta: “Mientras desempeñaba el cargo de capellán del rey, se
opuso osadamente al pago de los tributos que el papa exigía al monarca inglés
[…]. Las exigencias del papa habían provocado profunda indignación y las
enseñanzas de Wiclef ejercieron influencia sobre las inteligencias más
eminentes de la nación […]. Wiclef fue nuevamente llamado a defender los
derechos de la corona de Inglaterra contra las ususrpaciones de Roma, y
habiendo sido nombrado embajador del rey, pasó dos años en los Países Bajos
[…]. Poco después de su regreso a Inglaterra, Wiclef recibió del rey el
nombramiento de rector de Lutterworth. Esto le convenció de que el monarca,
cuando menos, no estaba descontento con la franqueza con que había hablado. Su
influencia se dejó sentir en las resoluciones de la corte tanto como en las
opiniones religiosas de la nación”.6
A través de los siglos,
los seguidores de Cristo han influido sobre las autoridades. Lo que todas estas
personas tuvieron en común fue un carácter irreprochable, respeto por las
autoridades terrenas y sensibilidad a la voz de Dios. Sus vidas ejemplares
subrayan el valor de que los cristianos accedan a cargos públicos.
Aparte de estos ejemplos
bíblicos, hay gran divergencia de opinión sobre el grado de participación cristiana
en asuntos de política. El pensamiento de los creyentes en relación al estado
parece oscilar entre dos extremos. En un lado están aquellos que, como los
testigos de Jehová, se alejan de todo lo que sea político, esquivando toda
forma de participación política, incluyendo el voto, el servicio militar o el
acceder a cargos públicos, en base a su convicción de que “todos los gobiernos
están bajo el control de Satanás”.7 Esto contrasta agudamente con la
iglesia católica, que regularmente formula posiciones sobre justicia social y
políticas de estado, y que mantiene un ente que representa la posición de la
iglesia ante el congreso de los Estados Unidos,8 y un sitio en la red informática para
dar a conocer a los laicos sus posiciones sobre diferentes asuntos políticos.9 Entonces
están también los que se sitúan a la extrema derecha del espectro político,
trabajando para establecer el reino de Dios como un dominio terrenal; una
teocracia en nuestros días.
Extranjeros y advenedizos
Como iglesia, los
adventistas del séptimo día manifiestan ambivalencia hacia la participación en
la política, con la sola excepción de defender la libertad religiosa. Lo más
problemático parece ser la interpretación y aplicación de cinco pasajes de la
Biblia. El primero se refiere a los cristianos como “extranjeros y advenedizos”
en el planeta (Hebreos 11:13-16; Filipenses 3:20,21). Asimismo, los himnos de
la iglesia se refieren al pueblo de Dios como “peregrinos”. Pero, ¿debieran
estas alusiones de “otro mundo” llevarnos a concluir que los creyentes no
tienen responsabilidad moral para con el mundo terrenal?
Cristo fue confrontado
precisamente en este asunto de dónde debiera depositarse la lealtad del
cristiano. La pregunta fue, ¿a quién debieran pagarse los impuestos, a Dios o
al César? En esa ocasión el Maestro introdujo el concepto de doble ciudadanía
afirmando claramente que tanto la esfera celestial como la terrenal merecen
nuestra lealtad (Mateo 22:15-22; Romanos 13). Los cristianos deben obedecer las
leyes nacionales y apoyar las iniciativas del país, cuando no violan su
conciencia, a la par de tener en mente una comisión celestial más elevada (2
Corintios 5:20).
El papel divino en las
potestades terrenas
Un segundo concepto
bíblico con el que los cristianos se debaten, es el de distinguir el papel
divino y el nuestro, en relación a los gobiernos terrenales. Dado que la tarea
de Dios es la de poner y quitar reyes (Daniel 2), ¿no es entonces la
participación de los cristianos en el proceso político algo innecesario o aún
entrometido?
De hecho, es verdad que
quienes gobiernan —presidentes, primeros ministros y reyes— lo hacen sólo bajo
permiso divino. Consideremos, por ejemplo, el control que Dios ejerció sobre el
orgulloso rey babilonio Nabucodonosor. Mientras andaba un día por la terraza de
su palacio musitó: “‘¡Miren la gran Babilonia que he construido como capital
del reino! ¡La he construido con mi gran poder, para mi propia honra!' Todavía
estaban estas palabras en los labios del rey cuando vino una voz del cielo:
“‘Éste es el decreto en cuanto a ti, rey Nabucodonosor. Tu autoridad real se te
ha quitado. Serás apartado de la gente y vivirás entre los animales salvajes;
comerás pasto como el ganado, y siete años transcurrirán hasta que reconozcas
que el Altísimo es el soberano de todos los reinos del mundo, y que se los
entrega a quien él quiere'” (Daniel 4:29-32).
Pero el profeta Miqueas
(6:8) llama nuestra atención a las importantes responsabilidades que nos caben
como creyentes; practicar la justicia y otorgar misericordia, ejercida con la
mayor humildad. Del mismo modo Amós (5:24) exhortó a que la justicia fluyera
como un río, y la rectitud como corrientes perennes. ¿Sería entonces
suficientemente concienzudo de parte de los buenos samaritanos el encontrar
repetidamente víctimas a la vera del camino sin preguntarse sobre cómo reducir
la tasa de delincuencia? ¿Sería responsable de parte de los cristianos repartir
diariamente pan a los hambrientos sin considerar la política económica de la
nación y los métodos por los cuales se la podría mejorar? Ayudar a formular
políticas públicas es un camino por el cual los cristianos pueden mostrar su fe
a través de sus obras, ocupándose de los demás.
La unión en yugo con los
incrédulos
Una tercera advertencia
emitida por los que quieren disuadir a los cristianos que desean ocupar cargos
públicos es la de que no debemos unirnos en yugo desigual con los incrédulos (2
Corintios 6:14-17). La preocupación es que la afiliación al mundo nos
contaminará espiritualmente o comprometerá los principios.
Un teólogo que ponderó la
aplicación de este principio bíblico es Ronald Thiemann, decano de la facultad
de teología de Harvard University. Escribe que “precisamente porque una
sociedad pluralista requiere diálogo e intercambio de ideas con aquellos que son
‘diferentes' es que el espacio público proporciona un contexto dentro del cual
la fe busca el entendimiento en conversación con personas que tienen diferentes
compromisos”.10 La plaza pública brinda un foro
exigente pero recompensador para seguir la admonición de Cristo de ser sabios
como serpientes aunque inofensivos como palomas (Mateo 10:16).
Reino y mundo
El cuarto argumento usado
para confrontar a los cristianos que entran en política consiste en las
palabras de Cristo mismo, “mi reino no es de este mundo” (Juan 18:36). Se hace
referencia también al comentario de Elena White, de que “el gobierno bajo el
cual Jesús vivía era corrompido y opresivo; por todos lados había abusos
clamorosos: extorsión, intolerancia y crueldad insultante. Sin embargo, el Salvador
no intentó hacer reformas civiles, no atacó los abusos nacionales ni condenó a
los enemigos nacionales. No intervino en la autoridad ni en la administración
de los que estaban en el poder. El que era nuestro ejemplo se mantuvo alejado
de los gobiernos terrenales. No porque fuese indiferente a los males de los
hombres, sino porque el remedio no consistía en medidas simplemente humanas y
externas. Para ser eficiente, la cura debía alcanzar a los hombres
individualmente, y debía regenerar el corazón”.11
Ningún cristiano
discutiría el hecho de que la humanidad no puede ser “mejorada” por medios
legislativos o edictos gubernamentales. En cambio, es el corazón transformado
que cambia el carácter, la conducta, las situaciones, y por lo tanto la
sociedad. Pero esta declaración de Elena White no tenía el propósito de limitar
los escenarios en los cuales los cristianos pueden trabajar y testificar.
Es un hecho que Elena
White habló y usó extensamente la página impresa en favor de la aplicación
estricta de los edictos municipales que ordenaban el cierre de bares,12 contra
la promulgación de leyes dominicales,13 y también en contra del “pecado de la
esclavitud”.14 Asimismo
habló en defensa de los adventistas del séptimo día amenazados por el servicio
militar obligatorio durante la guerra civil.15
Ella también proporcionó
aliento a los jóvenes que consideraran la política como vocación cristiana de
esta manera: “Queridos jóvenes: ¿cuál es el blanco y propósito de vuestras
vidas? ¿Ambicionáis una educación para tener un nombre y posición en el mundo?
¿Tenéis pensamientos que no os atrevéis a expresar, de un día estar en la cima
de la grandeza intelectual, de sentaros en los concilios deliberativos y
legislativos, y ayudar a promulgar las leyes de la nación? No hay nada malo en
estas aspiraciones. Cada uno de vosotros puede alcanzar su blanco. No debierais
contentaros con logros mediocres. Apuntad alto, y no ahorréis sufrimientos para
alcanzar la norma.”16 La vida de ella demostró que hay una
vocación de participación en la política que nace, no del espíritu partidista,
sino de un análisis bien considerado de los asuntos en juego y de la acción
responsable.
Por cierto, hay
prohibiciones específicas dirigidas a los adventistas con respecto a la
participación eclesiástica en la política: (1) los que “enseñan la Biblia” en
las congregaciones y escuelas no deben expresarse con parcialidad en favor o en
contra de ciertos políticos o cuestiones políticas porque esto podría agitar la
mente de otros, llevando a divisiones en la iglesia; (2) no se aconseja a los
miembros de iglesia votar sistemáticamente ciertos partidos, porque “no sabemos
por quién estamos votando”; (3) se aconseja a los miembros no “tomar parte en
ningún plan político” o asociaciones políticas. En su lugar, Elena White nos
recuerda que los adventistas han de guiarse por principios santos y elevados:
(4) los miembros no han de alinearse con políticos que no apoyen la libertad
religiosa; (5) los cristianos no deben usar “divisas políticas” que lleven de
algún modo a la división en la iglesia: (6) no se debe usar el diezmo para
pagar a alguien para “discursear sobre asuntos políticos”; y (7) las
publicaciones de la iglesia no debieran exaltar a los individuos influyentes
porque son meros mortales, ni alabar su trabajo, porque es pasajero.17 Viviendo
vidas ejemplares, los cristianos sirven de “epístolas conocidas y leídas por
todos” (2 Corintios 3:2) con el expreso propósito de reclutar ciudadanos para
el reino eterno de Cristo.
Separación de iglesia y
estado
La separación de iglesia y
estado es el quinto y más fuerte argumento dirigido a los cristianos que buscan
cargos políticos. Pero lo que puede sorprendernos es saber que la mayor parte
de los gobiernos comparten las preocupaciones de la comunidad religiosa en cuanto
a mezclar lo sagrado con lo secular. La exsecretaria de estado Madeleine
Albright escribió: “La mayoría de nosotros no queremos que nuestros dirigentes
confundan su propia voluntad con la voluntad de Dios, pero tampoco queremos que
pasen por alto los principios religiosos y morales.”18
Una apreciación sincera de
la relación entre iglesia y estado muestra abundantes beneficios que los grupos
religiosos obtienen de legítimas estructuras políticas; por ejemplo, la
exención de impuestos sobre propiedades de la iglesia. Pensemos cuánto más
difícil sería la obra de la iglesia sin las garantías gubernamentales de
libertades civiles y del imperio de la ley.
Consideremos cómo estarían
los pobres, sin la presencia de un pueblo que teme a Dios. Al mantener altas normas
morales, actuar en favor del prójimo, realizar obras de beneficencia y
asistencia en caso de desastres, los cristianos ejercen una influencia positiva
sobre el orden social. “Si los que sirven a Dios fuesen quitados de la tierra,
y su Espíritu se retirase de entre los hombres, este mundo quedaría en
desolación y destrucción, como fruto del dominio de Satanás. Aunque los impíos
no lo saben deben aún las bendiciones de esta vida a la presencia, en el mundo,
del pueblo de Dios al cual desprecian y oprimen”.19
Conclusión
Los adventistas tienen un
papel vital para desempeñar en el proceso gubernamental de una nación. Cuando
los cristianos se ausentan de la política, lo que David Easton llama “la
distribución de valores con autoridad”20 la vida pública queda en manos de los
incrédulos: se diseñan los currículos educativos, se fija la política de
estado, y se hacen decisiones globales sin que se ofrezcan perspectivas
cristianas o adventistas. ¿No será que los que gobiernan pueden interpretar
nuestro silencio respecto de los asuntos en discusión como si no tenemos nada
que contribuir al debate?
Por cierto, la vida de fe
debe recibir prioridad sobre los asuntos políticos. Como cristianos somos
embajadores, no de un partido político, sino del reino de Cristo. La política
es volátil y si no somos cuidadosos, un asunto ganado en una discusión política
puede significar perder una oportunidad de alcanzar los corazones de la gente
de opinión contraria. Los cristianos deben siempre tener presente cuál es su
primera vocación.
Las Escrituras contienen
numerosos ejemplos de mensajeros de Dios que pusieron en riesgo la comisión que
se les había dado. El rey Saúl se absorbió tanto en la eliminación de su
presunto enemigo que no pudo conducir a la nación al ideal divino. Otro ejemplo
es el de David, a quien Dios había pedido no censar los varones de edad militar
por temor a que la nación basara su seguridad en el tamaño de su ejército antes
que en la confianza en el poder divino. A pesar de ello David ordenó
realizarla, con resultados devastadores. El más sabio de los hombres, Salomón,
permitió que su nación degenerase como consecuencia de su obsesión por las
mujeres. Entonces tenemos también al rey Ezequías quien, al invitar a los
representantes de Babilonia, ensalzó la vitalidad económica de la nación en
lugar de conducirlos a Dios, la fuente de tales bendiciones.
“Intensas eran las
tentaciones que los rodeaban [a Daniel y sus tres amigos] en aquella corte
corrompida y lujuriosa”.21 Pero “no fue el orgullo o ambición lo
que los había llevado a la corte del rey, junto a los que no conocían ni temían
a Dios”.22 “Conscientes
de que Dios los había puesto donde estaban, y de que estaban haciendo su obra y
cumpliendo las exigencias de su deber”.23 Hoy, docenas de adventistas sirven a sus
países fielmente como jueces, embajadores, intendentes, ministros de gobierno y
otras tareas prominentes. Ya sea que sirvan como designados políticos, personal
de gobierno, o ciudadanos privados dotados de voz y voto así como de oración
(Jeremías 29:7), que la gloria de Dios irradie a través de nosotros,
promoviendo la justicia y el bienestar, y atrayendo hombres y mujeres al reino
eterno de Cristo.
REFERENCIAS
*
Todas las citas bíblicas corresponden a la Nueva Versión Internacional.
1. Elena White, Patriarcas
y profetas, (Mountain View, California: Pacific Press Publ. Assn.,
1975), p. 385.
2. _____, Profetas
y reyes, (Mountain View, California: Pacific Press Publ. Assn.,
1979) pp. 363,364.
3. Ibid., pp. 448.
4. Ibid., p. 464
5. Ibid., pp. 442,443.
6. _____, El
conflicto de los siglos (Mountain
View, California: Pacific Press Publ. Assn., 1977), pp. 88-91.
7.
http://en.wikipedia.org/wiki/Jehovah's_Witnesses#endnote_w96_0601_1.
8. http://www.usccb.org/index.shtml.
9. http://thecatholicvote.org/.
10. Ronald F. Thiemann, Religion
in Public Life: A Dilemma for Democracy (Washington, D.C.: Georgetown
University Press, 1996), 169.
11. Elena White, El
deseado de todas las gentes (Mountain
View, California: Pacific Press Publishing Assn., 1977), p. 470.
12. _____, Signs
of the Times, (December 04, 1907).
13. _____, Review
and Herald, (March 30, 1911).
14. _____, Review
and Herald (August
27, 1861); Testimonies for the Church (Mountain View, California: Pacific
Press Publ. Assn, 1948), vol. 1, pp. 264, 534.
15. Arthur White, Ellen
G. White: The Progressive Years 1863-1876 (Hagerstown, Maryland: Review and
Herald Publ. Assn., 1986), p. 40, cf pp. 34-44 and 99-109.
16. Elena White, Fundamentals
of Christian Education (Hagerstown,
Maryland: Review and Herald Publ. Assn., 1923), p. 82.
17. _____, “Special Testimony Relating to
Politics,” Fundamentals of Christian
Education (Hagerstown,
Maryland: Review and Herald Publ. Assn., 1923), pp. 475-484.
18. Madeleine Albright, The
Mighty & the Almighty (New
York: HarperCollins Publishers, 2006), p.104.
19.
Elena White, El deseado de todas las gentes,
p. 272.
20. David Easton, A
Framework for Political Analysis (Chicago:
University of Chicago Press, 1979).
21. Elena White, Profetas
y reyes (Mountain
View, California: Pacific Press Publ. Assn. 1979), p. 353.
22.
Ibid., p. 355.
23.
Ibid., p. 363.
Sitio
de Diálogo: www.adventist.org/education/dialogue/
© Comisión de Apoyo a Universitarios y Profesionales Adventistas (CAUPA)
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