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sábado, 3 de enero de 2015

Principios de liderazgo y trabajo en equipo

Nehemías: Principios de liderazgo y trabajo en equipo[1]

Nunca cansa, desanima o desgasta lo que se hace con alegría (Víctor Jofré Araya).




          Para quienes hemos tenido el privilegio de servir en la iglesia como líderes en sus distintos ministerios, seguir un modelo de liderazgo ha sido esencial para el progreso de cualquier empresa iniciada. De manera personal, han ejercido su impacto en mi experiencia un sinnúmero de personas, hombres y mujeres; algunos de ellos líderes seculares, otros líderes cristianos de distintas tendencias. Sin olvidar, por supuesto, creyentes que de manera silenciosa han contribuido a mi formación. Entre ellos, recuerdo a mis ancianos y pastores que, desde mi juventud, han dejado su impronta en mi manera de dirigir los intereses de la iglesia.
Entre los líderes seculares, puedo mencionar a Martin Luther King quien con su famosa frase “I have a dream” (“Tengo un sueño”), nos inspira a mirar el futuro con las más altas expectativas. Otro es James C. Hunter quien me enseñó acerca de la paradoja en el liderazgo: el líder-siervo, la verdadera esencia del liderazgo. Entre los líderes cristianos, rescato a John C. Maxwell y Charles R. Swindoll, de quienes aprendí el principio del liderazgo como influencia, idea que golpeó fuertemente las convicciones sobre el liderazgo que hasta ese entonces abrigaba. También quisiera hacer mención de Rick Warren, que impregnó en mí los conceptos de vida, iglesia y liderazgo con propósito. Entre los líderes de la Biblia de los cuales he extraído principios valiosos caben destacar a Moisés, Pablo y, el más importante de todos, nuestro Señor Jesús, quienes con su ejemplo de tesón y entrega a la comisión dada por Dios, continúan inspirando mis acciones y la de multitudes de creyentes, líderes en todos los rincones del mundo.
Sin embargo, en este ensayo me abocaré a mostrar los principios del liderazgo y del trabajo en equipo, que extraemos de la experiencia de un judío desterrado, que inició su trabajo como esclavo copero de un rey, pero que se convirtió en un líder de influencia, en uno de los grandes dirigentes de toda la historia bíblica. Me refiero al re-constructor y, posteriormente, gobernador de Jerusalén y de toda la provincia de Judea: Nehemías.
Características de un líder competente
Basándose en el registro del libro de Nehemías[2], Charles R. Swindoll[3] y Rick Warren[4] mencionan que en la vida un líder, como lo fue Nehemías, se verifican algunas características esenciales, factores muy significativos presentes en los líderes espirituales competentes. Entre éstos se encuentran:
Los líderes espirituales competentes, tal y cual como lo aprendemos de Nehemías, tienen un claro reconocimiento de las necesidades. Nehemías escribió: “Inspeccioné las ruinas de las murallas de Jerusalén, y sus puertas consumidas por el fuego” (Nehemías 2: 13, NCI). Percibir las necesidades es un verdadero arte. Los líderes son sensibles ante las necesidades de quienes les rodean. No resulta fácil percatarse de las necesidades presentes en medio de un grupo humano, pero percibirlas es esencial. La diagnosis de la realidad presente y latente nos permitirá desarrollar los planes adecuados para alcanzar los fines y objetivos propuestos. Un líder espiritual equilibra su percepción de los problemas, es decir, no los niega ni rehúye, pero tampoco los sobredimensiona o se orienta sólo a ellos de tal manera que sólo piense en ellos. Este tipo de líder reconoce los problemas y procura darle una sabia solución.
Los líderes espirituales competentes no sólo reconocen la presencia del problema, sino que se preocupan personalmente por los problemas. Esta cualidad se hizo patente en el liderazgo de Nehemías. A Nehemías le importaba lo mismo que era importante para Dios. Los muros caídos importaban a Dios y al pueblo en Jerusalén y cuando Nehemías se enteró de lo ocurrido en sus tierras se identificó con el problema y quiso ir en persona a dar una pronta solución a las necesidades de su pueblo. “Con el más hondo interés, su corazón se volvía hacia Jerusalén, y sus esperanzas y goces se vinculaban con la prosperidad de esa ciudad”.[5] Los problemas en Jerusalén estaban a miles de kilómetros de su cómodo lugar de habitación, pero aquello que parecía una distancia casi infranqueable se transformó en la principal motivación para desear ir en ayuda de sus consanguíneos. Buscó la ayuda humana y divina; también oró, ayunó y lloró por la triste realidad de Jerusalén; pero en cuanto pudo, con el permiso del rey, él mismo se hizo parte de la solución.
El líder cristiano genuino se caracteriza por su fidelidad en medio de la tarea, es decir, se involucra en la tarea asignada. El liderazgo competente no rehúye la responsabilidad ni la delega de manera irresponsable. El liderato verdadero se incluye personalmente en la satisfacción de las necesidades. Nehemías escribió:
Vine luego a los gobernadores del otro lado del río […] Llegué, pues a Jerusalén […] Les dije, pues: Vosotros veis el mal en que estamos, que Jerusalén está desierta, y sus puertas consumida por el fuego; venid, y edifiquemos el muro de Jerusalén, y no estemos más en oprobio” (Nehemías 2: 9, 11, 17, RVR60; énfasis añadido).
Finalmente (siendo realistas, debería ser la primera tarea del líder), los líderes espirituales competentes primero acuden a Dios con el problema. Nehemías escribió: “Oré delante del Dios de los cielos” (Nehemías 1: 4, RVR60; cf. 2: 4). Nada quedará resuelto si no acudimos a Dios en primer lugar en procura de ayuda. La vida de Nehemías, y particularmente la manera que enfrentó la problemática presente en Jerusalén, ilustran cuán importante es la oración en la vida de un líder. La oración es absolutamente esencial en el liderazgo cristiano.
Las primeras palabras de Nehemías fueron: “Señor, Dios de los cielos, tú eres fuerte, grande y temible. Cumples tu pacto y eres misericordioso con los que te aman y guardan tus mandamientos. Yo te ruego” (1: 5, RVC) y esperó con paciencia el cumplimiento de sus promesas: “Acuérdate ahora de la palabra que diste a Moisés tu siervo” (1: 8, RVR60). Su oración era de confianza y su confianza se basaba en las Escrituras. Su fe era por el oír la Palabra de Dios. La Palabra del Dios viviente y sus incontables promesas nos dan la seguridad de respuesta divina a nuestras más profundas necesidades.
“En momentos de dificultad o peligro repentino, el corazón puede clamar por ayuda a quien se ha comprometido a acudir en auxilio de sus fieles creyentes cuandoquiera que lo invoquen. En toda circunstancia y condición, el alma cargada de pesar y cuidados, o fieramente asaltada por la tentación, puede hallar seguridad, apoyo y socorro en el amor y el poder inagotable de un Dios que guarda su pacto”.[6]
El líder cristiano y el trabajo en equipo
De Nehemías aprendemos algo más sobre el liderazgo: el trabajo en equipo. Ninguna tarea, por más que nos afanemos, será menos tediosa si no trabajamos en equipo. Hacer las cosas nosotros solos o emprender nuevos proyectos sin procurar la participación de otros resultará más difícil, pero si contamos con los demás y organizamos a ese grupo humano de manera inteligente, no importa la meta que nos propongamos, será posible realizarla con menores contratiempos.
Los principios del trabajo en equipo, se nos ilustran principalmente en el capítulo 3 de Nehemías. En su sabiduría, Dios le permitió a Nehemías escoger su equipo de trabajo y distribuir las responsabilidades para las diversas partes del proyecto de reconstrucción a cada uno según sus dones. Unos y otros se ocupaban de la reconstrucción de distintas partes del muro; unos trabajaban en la parte norte, otros hacia el sur, otros en el este y oeste; unos se preocupaban de las puertas, otros de las torres, otros de las ventanas; unos reparaban porciones extensas, otros un poco más cortas; unos trabajaban en el muro cerca de sus casas, otros en la porción del muro más lejana; unos lideraban el trabajo, otros eran obreros fieles y motivados. Fuere como fuere, todos tenían que hacer una parte del trabajo. Y lo hicieron con dedicación, aún cuando se confrontaron a una fuerte oposición.
Los principios del trabajo en equipo extraídos de la experiencia de Nehemías se pueden resumir como sigue:
Primero, en el trabajo en equipo, los líderes espirituales competentes dan el ejemplo. Ya comentamos cómo Nehemías se interesó personalmente en la obra. Pero otros líderes del pueblo le ayudaron. Es interesante notar que los primeros en la lista de “obreros” responsables de la reconstrucción son los sacerdotes y los levitas, dirigidos por el sumo sacerdote Eliasib (3: 1). Distintas familias de sacerdotes (no olvidemos que los sacerdotes eran descendientes de la tribu de Leví, la tribu que se mantuvo fiel mientras el pueblo rendía adoración al becerro de oro fundido por Aarón) son mencionadas en la lista aportada por Nehemías. El nombre de esos nobles personajes ha sido inmortalizado para nosotros. Sin embargo, también se mencionan a algunos notables, como los de la familia de Tecoa, que “no quisieron ayudar a los que dirigían la obra” (3: 5, TLA). Tanto Nehemías como Eliasib y los demás levitas nos dan un ejemplo de entrega en la realización de nuestras tareas. Pero, en contraste, los de Tecoa, los principales que no quisieron colaborar, nos recuerdan que siempre habrá quienes no deseen salir de las comodidades que la vida les brinda para dedicarse a otras labores que no le reporten ningún beneficio personal ni inmediato. Miran a los obreros desde lejos y, aunque no llegan al punto de negar la importancia de la tarea, no se involucran ni motivan a otros a hacerlo. Es más, en muchas oportunidades, critican a quienes se ocupan y se dedican a la obra de Dios, y, lo que es peor todavía, quienes critican provienen de nuestras propias filas.
Liderazgo es influencia. Un líder dirige a cualquier individuo en la medida en que es capaz de influir sobre él. ¿Recuerdan la parábola del buen samaritano? Si es necesario, lean Lucas 10: 25-37 otra vez. ¿Se han preguntado por qué el levita no alivió ni atendió al judío moribundo del camino? Simple; porque su líder espiritual tampoco lo hizo. El levita siguió el ejemplo de su jefe, el sacerdote que había pasado antes que él, que iba delante de él y que tampoco asistió al doliente. Querámoslo o no, otros seguirán nuestro ejemplo. Nuestra influencia en quienes dirijamos será aroma de vida para vida o sabor de muerte para muerte (cf. 2 Corintios 2: 16).
“Nehemías… no confiaba en el ejercicio de la autoridad, y procuró más bien ganar la confianza y simpatía del pueblo, porque sabía que la unión de los corazones tanto como la de las manos era esencial para la gran obra que le aguardaba…
“Nehemías ponía toda su alma en la empresa que había iniciado. Su esperanza, su energía, su entusiasmo y su determinación eran contagiosos e inspiraban a otros el mismo intenso valor y elevado propósito. Cada hombre se trocó a su vez en un Nehemías, y contribuyó a fortalecer el corazón y la mano de su vecino”.[7]
Un segundo principio del trabajo en equipo es que todos los miembros del equipo deben estar involucrados en procura de un mismo objetivo. En el tiempo de Nehemías había una sola meta a cumplir: la reconstrucción de los muros. Y el pueblo a una respondió al llamado de su líder: “Levantémonos y edifiquemos. Así esforzaron su mano para el bien” (Nehemías 2: 18, RVR60).
En esta valiosa empresa notamos que se mencionan a familias enteras (p. e. los hijos de Senaá (Nehemías 3: 3) y los tecoitas (3: 5), entre otros); también se mencionan a varones en forma individual (Eliasib (3: 1), Zacur (3: 2), Meremot, Mesulá y Sadoc (3: 4), por citar algunos); pero también en el equipo había mujeres (3: 12), artesanos (3: 8, 31, 32), perfumistas (3: 8), comerciantes (3: 32), sacerdotes y levitas (3: 1, 17, 22, 26, 28), nobles, oficiales, gobernadores (p.e. Refaías (3: 9), Salum (3: 12, 15), Malquías (3: 14), Nehemías (3: 16), Hasabías (3: 17), Bavai (3: 18), Ezer (3: 19), entre otros); guardianes (p. e. Semaías (3: 29)), etc. Una gran diversidad de personas, imbuidas de patriotismo y celo por los intereses divinos, hombres y mujeres de influencia, capaces y organizados, venidos de distintos lugares, de cerca y de lejos, de Jericó (3: 2), de Gabaón y Mizpa (3: 7) y de Zanoa (3: 13) y de diferentes ocupaciones, todos se unieron tras el mismo y único propósito (cf. 2: 16).
De igual forma, el propio Nehemías participó en persona de la reconstrucción. Posteriormente, el escribiría: “También en la obra de este muro restauré mi parte… y todos mis criados juntos estaban allí en la obra” (Nehemías 4: 16, RVR60; cf. 6: 1-3).
En procura de los objetivos propuestos, algunos miembros del equipo harán el trabajo con mayor entusiasmo que otros, como Baruc quien, “con todo fervor”, restauró su tramo (3: 20, RVR60; cf. 4: 6). Estar motivados en la tarea asignada es de inmenso valor. No podemos realizar lo que no queremos ni alcanzar objetivos que no nos interesen. Aún así, el liderazgo efectivo y de influencia, tal como el fallecido ex-presidente Harry Truman decía, puede conseguir “que otros hagan lo que no quieren hacer, ¡y que lo hagan con agrado!”.[8] La automotivación y la alegría en el cumplimiento del deber reduce los niveles de estrés en el equipo y el trabajo se realiza con mayor eficacia. Nunca cansa, desanima o desgasta lo que se hace con alegría, disfrutando de los frutos de ese trabajo.
Otro principio en el trabajo de equipo es que de vez en cuando debemos dejar de lado lo que realizamos en forma habitual o lo que persigue un bien particular para realizar una tarea que implica los intereses del equipo o lo que favorece el bien común. Mientras se reconstruían los muros, algunos realizaban un trabajo en el cual estaban habituados o que les reportaba cierto beneficio, pero no todos. Quizás para los sacerdotes resultaba más motivador y beneficioso reconstruir la puerta de las Ovejas (3: 1) o para algunas familias sería de mucho más interés preocuparse del muro enfrente o cerca de su casa (3: 10, 23, 28-30), pero no fue así con todos los obreros. Incluyendo los sacerdotes ya mencionados cuyo oficio cotidiano era dirigir las ceremonias sacrificiales, en la lista del equipo de trabajo de Nehemías se mencionan a otros que dejaron sus quehaceres comunes para enfrascarse en la tarea de la reconstrucción.
Por ejemplo, se nombra a Hananías, uno de los perfumistas (3: 8), y a Uziel, Malquías y otros plateros (3: 8, 31, 32). Los perfumistas tenían como principal función preparar excelentes perfumes, es decir, las especias aromáticas para quemar en el altar del incienso en el lugar santo del templo. Por su parte, los plateros habitualmente trabajaban con objetos de plata, tanto para el uso común del pueblo como para el servicio sagrado del templo. Éstos, junto a los levitas, nobles, gobernadores, guardianes, oficiales, comerciantes y mujeres, y otros que no son mencionados en forma tan tácita, salieron de sus talleres y ocupaciones habituales y dejaron de lado sus labores diarias para unirse al equipo que se había propuesto reconstruir los muros.
En nuestra experiencia de servicio, en muchas oportunidades hemos tenido que dejar de lado los deberes cotidianos de la enseñanza o la predicación para ayudar a otros en sus funciones y realizar las tareas con mayor celeridad en procura del cumplimiento de las labores mayores asignadas en las iglesias o colegios en donde hemos trabajado. A veces, realizar lo que no se acostumbra requiere paciencia, otras veces requiere de la asistencia de los peritos e, incluso, aprender a utilizar herramientas que nos son de uso ordinario, pero cuando hay un objetivo común, la tarea se hace menos ardua y más satisfactoria.
Finalmente, un cuarto principio presente en el trabajo en equipo es que cuando el equipo está haciendo las cosas bien, viene la oposición. Nehemías describe así su situación:
Cuando oyó Sanbalat que nosotros edificábamos el muro, se enojó y se enfureció en gran manera, e hizo escarnio de los judíos. Y habló delante de sus hermanos y del ejército de Samaria, y dijo: ¿Qué hacen estos débiles judíos? ¿Se les permitirá volver a ofrecer sus sacrificios? ¿Acabarán en un día? ¿Resucitarán de los montones del polvo las piedras que fueron quemadas? Y estaba junto a él Tobías amonita, el cual dijo: Lo que ellos edifican del muro de piedra, si subiere una zorra lo derribará” (4: 1-4, RVC; cf. 2: 10, 19; 4: 7, 8; 6: 1-19).
Para cualquier líder o equipo de trabajo la oposición es inevitable. Lo que se esperaría es que, cuando llega el éxito o se inicia el camino hacia el progreso y el crecimiento sostenido, se produzca la admiración entre quienes nos rodean. Sin embargo, muchas veces se produce el efecto contrario. En la historia de Nehemías y la reconstrucción de los muros de Jerusalén, la oposición surgió de corazones que no podían admitir que el pueblo trabajara con entusiasmo en torno a un mismo ideal y deseara alcanzar una meta común. Y parecía que su empresa prosperaba día a día. En su envidia y egoísmo, la oposición quiso detener la obra, pero fue la presencia de aquella misma oposición la que la alentó mucho más al punto que “el pueblo trabajó con entusiasmo” (4: 6, NVI). La oposición obligó al equipo a re-inventarse, a utilizar nuevas estrategias de trabajo y evaluar nuevas alternativas de solución (4: 9, 13-23). Fue bajo el liderazgo ágil, dinámico y espiritual de Nehemías que el equipo de trabajo no se desalentó frente a la adversidad, sino más bien se fortaleció en procura del cumplimiento de sus objetivos.
“Como los que construían los muros de Jerusalén, [los que trabajan para Dios] deben negarse a permitir que las amenazas, las burlas o las mentiras los distraigan de su obra […] A medida que se acerca el tiempo del fin se harán sentir con más poder las tentaciones a las cuales Satanás somete a quienes trabajan para Dios. Empleará agentes humanos para escarnecer a quienes edifiquen la muralla… [Los que trabajan para Dios] no deben permitir que cosa alguna los aparte de su trabajo”.[9]
La oposición permitió otra cosa. Así como cuando Nehemías se enteró de la necesidad profunda de su pueblo buscó a Dios en oración en procura de auxilio, ahora frente a la oposición, Nehemías comenta: “Entonces oramos a nuestro Dios” (4: 9, RVR60). El líder de Israel elevó una oración precisando la ayuda del Creador: “¡Dios nuestro, escucha cómo nos ofenden!” (4: 4, TLA). En todo momento de su experiencia, el líder debe hacer de la oración su más valiosa aliada y buscar a Dios cada día le dará los resultados esperados. No importa cuán grande sea la necesidad que se presente o cuán grande sea la oposición que amenace, el líder debe refugiarse en las alas del Altísimo a través de la oración.
A modo de conclusión
Como líder y miembro de distintos equipos de trabajo, he encontrado en estos valiosos principios una fuente poderosa de motivación y de estrategias para realizar de mejor manera las tareas asignadas. Sin duda, queda aún mucho que aprender e internalizar. No pretendo ser exhaustivo en el desarrollo de estos principios y es probable que el lector de estas líneas tenga y utilice sus propios principios basados en su experiencia o en la experiencia de algún otro líder de las Escrituras. Lo expuesto es parte de aquello que en mi propia vivencia como líder he ido ganando y ahora las pongo a disposición de aquellos que deseen usarlos en el desarrollo y progreso de sus propias responsabilidades.
Dios nos ampare e instruya en la delicada, pero reconfortante tarea de dirigir los intereses de su iglesia en esta tierra y permita que nuestro liderazgo e influencia sea para honrar a nuestro Dios y engrandecer y acabar su obra.




[1] Victor A. Jofré Araya, Magíster © en Educación Religiosa (2015). Actualmente se desempeña como Inspector General del Colegio Adventista de Arica, Chile. Se le puede escribir a victorja@gmail.com
[2] En el presente ensayo se utilizaron las siguientes versiones de la Biblia en español: Reina-Valera Revisión 1960 (RVR60), Reina-Valera Contemporánea (RVC), Nueva Versión Internacional (NVI) y Traducción en Lenguaje Actual (TLA).
[3] Charles R. Swindoll, Pásame otro ladrillo, Editorial Caribe, Nashville, Tennessee, 1980, pp. 30-37.
[4] Rick Warren, Liderazgo con propósito, Editorial Vida, Miami, Florida, 2008, pp. 18-21, 67-82, 91-108.
[5] Elena G. de White, Profetas y Reyes, Asociación Casa Editora Sudamericana, Buenos Aires, 2007, p. 282.
[6] White, op. cit., p. 283.
[7] White, op. cit., pp. 285, 286.
[8] Citado por Swindoll, op. cit., p. 14.
[9] White, op. cit., p. 296.

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