Exponiendo las Escrituras:
Introducción
Se
entiende la predicación como la proclamación abierta y pública de la fe cristiana
y de la actividad redentora de Dios por medio de Jesucristo a toda criatura.
Esta definición está más allá del concepto popular de la predicación como
simple exhortación. Predicación es la exposición de la Palabra de Dios en torno
al tema de la redención y la revelación actual de la acción redentiva mostrada por
Dios en el Calvario. “La predicación es el nexo perdurable entre el acto
redentor de Dios y su captación por el hombre. Es el medio por el cual Dios contemporiza
su histórica autorrevelación en Cristo, y ofrece al hombre la oportunidad de
responder con fe”.[2]
Por lo tanto, una predicación vacía de Cristo y de su Palabra es sólo un buen discurso
y una excelente disertación. La verdadera predicación es la revelación de Jesús
al hombre moderno por medio de la exposición de las Escrituras.
Podemos
agrupar las distintas predicaciones en tres categorías: (1) Textuales, es decir
los que están basados en un único texto de las Escrituras de no más de tres
versículos; (2) Temáticos o de tópico, o sea los basados en un tema o asunto en
particular de la Biblia, por ejemplo, la justicia de Dios; y, (3) Expositivos. De
acuerdo a algunos autores, el principal de los tres es el sermón o predicación
expositiva, debido a que los dos primeros no representan un serio esfuerzo por
interpretar, entender, explicar y aplicar la verdad de la Palabra de Dios en el
contexto de las Escrituras. Sin embargo, varios autores están conscientes de la
poca popularidad y la aversión e incluso enemistad que manifiestan algunos
predicadores y congregaciones hacia la predicación expositiva. John MacArthur afirma:
“Se observa una tendencia en el movimiento evangélico contemporáneo a apartarse de la predicación bíblica y a
deslizarse hacia un acercamiento en
el púlpito basado en la experiencia”.[3]
El apóstol Pablo se enfrentó a la misma dificultad cuando exhortó al joven
pastor Timoteo a cumplir su ministerio y predicar sólo la Palabra, pues –afirmó-
vendría el tiempo en que a los oídos de la gente no sería soportable la sana
doctrina y se apartarían de la verdad yendo tras las fábulas (2 Timoteo 4: 1-5).
La
solución a esta problemática es la predicación expositiva. Toda predicación verdadera
es predicación expositiva. Pero, ¿qué caracteriza a este tipo de predicación? ¿qué
le hace tan amada para algunos y tan odiada para otros? El propósito del
presente artículo es presentar la importancia y ventajas de la predicación
expositiva en el contexto de la iglesia contemporánea, mostrando el por qué de
su relevancia y los pasos para preparar un sermón expositivo poderoso.
¿Qué
es la predicación expositiva?
En
pocas palabras, un sermón expositivo es aquel en el que se interpreta una
porción más o menos extensa de las Escrituras en relación a un tema. Esta
porción es denominada por el Dr. James M. Gray como una unidad de exposición[4].
La unidad de exposición forma la base del sermón y está conformada por un grupo
de versículos que podrían ser como mínimo entre dos y cuatro. Lo particular del
sermón expositivo es que su tema se desprende del mismo texto en estudio.
La
predicación expositiva es el producto acabado de un proceso exegético y de una
interpretación adecuada, por lo que requiere un alto grado de preparación por
parte del predicador, un conocimiento adecuado de las reglas de interpretación
bíblica, una amplia experiencia al lado del texto bíblico y una abarcante
información acerca de su contexto. No debería existir el “divorcio” entre el
expositor y la Palabra. Un predicador expositivo debe ser un estudiante
diligente de las Escrituras, capaz de detallar los sagrados escritos exponiendo
el texto al auditorio para establecer su significado claro y preciso, explicar
lo que resulta difícil de entender y emplear (aplicar) lo aprendido de manera
apropiada y eficaz.
El
propósito final de la predicación expositiva es desarrollar el significado del
texto e interpretar y aplicar las Escrituras, es hacer claro y llano el
significado de las Sagradas Escrituras. “La clarificación de un pasaje de las
Escrituras debe tener como objetivo relacionar el pasado con el presente o mostrar
la pertinencia de la verdad con la escena contemporánea”.[5]
Stephen T. Olford señala: “La predicación expositiva es la explicación
autorizada del Espíritu y la proclamación del texto de la Palabra de Dios con
la debida atención al significado histórico, contextual, gramatical y doctrinal
del pasaje dado, con el objeto específico de invocar una respuesta
transformadora de Cristo”.[6]
¿Por
qué una predicación expositiva?
Elena G. de White declara con intensa
preocupación: “Mi corazón se llena de angustia cuando pienso en los mensajes
tibios que dan algunos de nuestros ministros […] Los sermones de algunos de
nuestros ministros tendrán que ser mucho más poderosos que los que se predican
ahora, o muchos apóstatas oirán un mensaje tibio e indirecto que arrulla a la
gente y la hace dormir”.[7]
Por otro lado, se afirma que “la buena predicación demanda arduo esfuerzo… la
razón básica de la predicación pobre es no invertir la energía ni el tiempo
necesario en la preparación”.[8]
Entre las razones por las cuales se enfatiza
la predicación expositiva, se pueden destacar:
1. La
predicación expositiva está apoyada por la autoridad de las Escrituras.
Jeremías afirma: “No va a faltarle la ley al sacerdote, el consejo al sabio, ni
al profeta la palabra” (Jeremías 18: 18, BJ). En el Antiguo Testamento, las
Sagradas Escrituras dan testimonio del uso que los patriarcas y los profetas
hicieron de la predicación expositiva.
Moisés y Josué hicieron uso de la
exposición histórica (Deuteronomio 31-33; Josué 23: 2-16, 24: 2-27). David (Salmos
1, 8, 9, 16, 22, 23, 24, 32, 34, 37, 40, 46, 50, 66, 68, 75, 78, 89, 92, 93,
100, 104, 105, 106, 110, 118, 119, 128, 136, 145, 150), Salomón (Proverbios 1:
2, 3; 2 Crónicas 6: 1-42; Eclesiastés 1: 12, 13; 12: 9, 10) y los profetas (Isaías
6; 30: 9; Daniel 9; 2 Samuel 12: 23; Jeremías 32: 33; Malaquías 2: 9) hicieron uso
de la exposición descriptiva e instruccional. Juan el Bautista, el último
profeta del Antiguo Testamento y el primero del Nuevo, también utilizó la
predicación expositiva en la preparación del camino del Señor (Juan 1: 19-34;
Mateo 3: 1-12; Marcos 1: 2-8).
Otro claro ejemplo del período
veterotestamentario es Esdras. En los días de la reconstrucción de Jerusalén
dirigida por Nehemías, “Esdras se había entregado de corazón al estudio de la
ley del Señor, y a cumplirla y enseñarla a los israelitas” (Esdras 7: 10, RVC).
Esdras leyó el libro de la Ley a “todo el pueblo y a todos los que podían entender, lo mismo a hombres que a
mujeres” y “todo el pueblo escuchaba con mucha atención la lectura del libro de
la ley”. Mientras la ley era leída, los levitas “explicaban al pueblo la lectura… y es que la lectura de la ley se
hacía con mucha claridad, y se recalcaba todo el sentido, de modo que el pueblo
pudiera entender lo que escuchaba”.
Producto de este ejercicio de lectura clara, explicando el significado y con propósitos
pedagógicos y prácticos, es decir, una lectura expositiva, “el pueblo estaba
tan interesado que no se movía de su lugar” y “todo el pueblo lloraba al
escuchar las palabras de la ley”, mientras los levitas “explicaban al pueblo el sentido de la ley”. “Y pasaron el día muy
alegres, pues habían entendido las explicaciones que les habían dado”. Aún
más, “al día siguiente, los jefes de las familias de todo el pueblo, y los
sacerdotes y los levitas, se reunieron con el escriba Esdras para que les explicara las palabras de la ley” (Nehemías
8: 1-13, RVC; énfasis añadido).
2. La
predicación expositiva está apoyada por la autoridad de Jesús. Cristo, el
expositor por excelencia, hizo despliegue de su comprensión de las Escrituras
mientras discutía con los doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles, a la
vez que éstos se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas (Lucas 2:
46, 47). “Sus preguntas sugerían verdades profundas que habían quedado
oscurecidas desde hacía mucho tiempo, y que, sin embargo, eran vitales para la
salvación de las almas… [Jesús] les presentaba una lección divina y hacía ver
la verdad en un nuevo aspecto”.[9]
Jesús inició su ministerio predicando y
enseñando (Mateo 4: 23; 9: 35; Marcos 1: 14, 15). Él afirmaba: “Oísteis que os
fue dicho… más yo os digo” (p. e. Mateo 5: 21, 22). El Sermón del Monte (Mateo
5-7) y el sermón en la sinagoga de Nazaret (Lucas 4: 16-30) son modelos de predicación
expositiva. Después de la resurrección, Jesús “partiendo de Moisés, y siguiendo
por todos los profetas, comenzó a explicarles
[a los discípulos camino a Emaús] todos los pasajes de las Escrituras que hablaban
de él” y que era necesario que se cumpliera todo lo que estaba escrito acerca
de él en la ley, los profetas y los salmos. “Entonces les abrió el entendimiento para que pudieran comprender las Escrituras,
y les dijo: Así está escrito”. El testimonio posterior de estos discípulos fue:
“¿Acaso no ardía nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?” (Lucas 24: 27,
32, 44, RVC; énfasis añadido). “Este fue el método de enseñanza de Cristo.
Cuando hablaba a la gente, le preguntaban sobre el significado de lo que
enseñaba. Él estaba preparado en todo momento para explicar el significado de
sus palabras a los que buscaban humildemente ser iluminados”.[10]
Al respecto se hace la siguiente
invitación: “El predicador expositivo de hoy debe moldear su ministerio de
acuerdo a la obra expositiva de Cristo. Debe estudiar el método de Cristo
cuidadosamente… La enseñanza de Cristo muestra que la exposición puede tomar
varias formas, siempre y cuando sea fiel al propósito distintivo de la
explicación de la Escritura”.[11]
3. La
predicación expositiva está apoyada por la autoridad de los apóstoles del Nuevo
Testamento. Pedro predicó a sus oyentes en el día de Pentecostés una exposición
de Joel 2: 28-32 y de los Salmos 16: 8-11 y 110: 1 (Hechos 2: 14-36). Además
expuso su interpretación de cómo debían aplicarse las leyes judías entre los
cristianos (Hechos 15: 7-11). Asimismo, Esteban elaboró ante los dirigentes
judíos una exposición de las porciones históricas de Génesis y Éxodo (Hechos 7:
2-53) y Santiago expuso a la naciente iglesia una interpretación de las leyes
judías (Hechos 15: 13-21). Por su lado, Felipe preguntó al etíope eunuco
mientras leía al profeta Isaías: “¿Entiendes
lo que lees? El etíope le respondió: ¿Y cómo voy a entender, si nadie me enseña?” “Entonces Felipe le empezó a explicar a partir de la escritura que
leía [Isaías 53: 7, 8], y le habló también de las buenas noticias de Jesús”
(Hechos 8: 30-35, RVC; énfasis añadido).
Por su parte, Pablo, el más grande maestro
y expositor después de Jesús, sólo conocía el método de la predicación
expositiva. Por ejemplo, la utilizó en su defensa de la fe ante los epicúreos y
estoicos de Atenas (Hechos 17: 16-31). Los consejos de predicar la Palabra (2
Timoteo 4: 2), de usar bien la palabra de verdad (2 Timoteo 2: 15), de enseñar
y predicar los principios (1 Timoteo 4: 13; 6: 2), de instruir y enseñar (1
Timoteo 6: 17; 2 Timoteo 3: 15-17), definen perfectamente el sentido primario y
principal de la predicación expositiva en la mente de Pablo. El apóstol exhortó
diciendo: “Si enseñas esto a los hermanos, serás un buen ministro de
Jesucristo, nutrido con las palabras de la fe y de la buena doctrina que has
seguido” (1 Timoteo 4: 6, RVR60). William Barclay afirma: “Las cartas de Pablo
son sermones más que tratados teológicos […] Un estudio cuidadoso de este
apóstol como maestro y predicador expositivo de Cristo producirá profundos
conocimientos en cuanto a la predicación”.[12]
Elena G. de White agrega: “Pablo era un orador elocuente… trataba, mediante el
uso de un lenguaje sencillo, de introducir en el corazón las verdades de vital
importancia”.[13]
4. La
predicación expositiva está apoyada por la historia eclesiástica. En la iglesia
primitiva, el Medioevo y la Reforma, la predicación expositiva ha tenido famosos
defensores, concentrados en un puñado de hombres que se han dedicado a esta
clase de predicación.
Entre
los padres apostólicos (s. II–V) se destacan Basileo, Gregorio Nazienceno,
Gregorio de Niza, Agustín, Juan Crisóstomo y Ambrosio. Por ejemplo, en los
escritos de Agustín figuran más de seiscientos sermones, incluyendo
exposiciones de los Salmos y del Evangelio de Juan. En la época medieval (s. V–XV)
se han detectado señales de predicación expositiva entre los paulacinos, los
valdenses y los albigenses, además de los pre-reformadores Juan Wicleff,
Guillermo Tyndale, Juan Hus, Girolamo Savanarola, Erasmo de Rotterdam y Juan
Colet.
Durante
la Reforma (s. XVI-XVII) y su énfasis en la Sola
Scriptura, fueron grandes expositores Martín Lutero, Ulrico Zwinglio,
Baltasar Hubmaier, Juan Calvino, Enrique Bullinger, Juan Knox y los anglicanos
Juan Jewel, Hugh Latimer y Thomas Cartwright. En la época posterior a la
Reforma se destacan los puritanos y, entre ellos, William Perkins, José Hall, Tomás
Goodwin, Ricardo Baxter, Juan Owen, Tomás Manton, Juan Bunyan, Esteban Charnock
y Guillermo Greenhill. A propósito, Juan Calvino escribió: “No nos metamos en
la cabeza buscar Dios en ningún otro sitio que en su Sagrada Palabra, o pensar
cosa alguna acerca de Él que no esté motivada en su Palabra, o decir nada que
no sea tomada de esa Palabra”. Y los puritanos declararon: “la verdadera
predicación es la exposición de la Palabra de Dios […] la predicación
expositiva debe controlarlo todo”.[14]
Desde
el s. XVII hasta nuestros días, la predicación expositiva ha estado
representada principalmente por algunos “inconformes” que se mostraron
contrarios a la predicación temática. Los más notables han sido Juan Gill,
Mathew Henri, Andrés Fuller, Roberto Hall, Juan Brown, Juan Eadie y Alejandro
Carson. A finales del s. XIX en Gran Bretaña y EE.UU. se encuentran Santiago H.
Thornwell, Juan Broadus (conocido como “el príncipe de los expositores”), Juan
C. Ryle, Carlos J. Vaughan, Alejandro Maclaren, José Parker, Carlos Haddon
Spurgeon, Santiago Hastings y Guillermo Robertson Nicoll. El s. XX produjo unos cuantos
expositores tales como Harry Allan Ironside, Donal Grey Barnhouse, James M.
Gray, William Bell Riley, Wallie Amos Criswell, James Denny, George Campbell
Morgan, William Graham Scroggie, D. Martin Lloyd-Jones, John Robert Walmsley
Stott, James Montgomery Boice y John MacArthur.
Al igual que Jesús, los patriarcas, los
profetas, los apóstoles, los primeros cristianos, los reformadores y los predicadores
contemporáneos, “nuestro trabajo debería abarcar toda oportunidad para
presentar la verdad en su pureza y sencillez donde hay algún deseo o interés
para oír las razones de nuestra fe”.[15]
Nuestra labor como expositores de la Palabra de Dios, es desarrollar la verdad
en un lenguaje sencillo que la gente pueda entender, en una predicación que
tenga como fin la transmisión de la verdad y la transformación de la vida.
Ventajas
y fortalezas de la predicación expositiva
1. El
método expositivo es, en un sentido, la forma más sencilla de predicar, pues el
orden del texto bíblico determina directamente el orden del sermón que será
predicado.[16]
2. La
predicación expositiva asegura el logro de un mejor conocimiento de las
Escrituras por parte del predicador y de los oyentes, dado que dará repetidas
ocasiones para comentar acerca de pasajes de la Biblia que de otra manera no se
usarían en el ministerio de la predicación. Es eficaz en producir una
congregación bíblicamente instruida, pues obliga a que los sermones contengan
más de la pura verdad bíblica y de los modos bíblicos de ver las cosas. De
igual forma es una poderosa manera de presentar y reforzar las verdades bíblicas
en la mente de los predicadores y de los oyentes, pues motiva una lectura
minuciosa y un profundo estudio y promueve el uso de las Escrituras en los
servicios religiosos. Visto así, la predicación expositiva tiene el potencial
de bendecir, enriquecer y fortalecer la vida y la fe tanto del predicador como de
la congregación. El pastor y el rebaño reciben el mismo beneficio. Mantiene la
predicación centrada en la Biblia, a la vez que satisface las necesidades
reales de la congregación, previniendo el “analfabetismo religioso”[17].
Stephen F. Oldford argumenta: “La
predicación es la clave para la renovación de la iglesia […] cuando un hombre
de Dios se sitúa delante del pueblo de Dios con la Palabra de Dios en su mano y
el Espíritu de Dios en su corazón, usted está frente a una oportunidad única de
comunicación […] las iglesias crecen en madurez cuando la Palabra de Dios les
es expuesta con fidelidad y sensibilidad […] la vida, la salud y la fortaleza
de la Iglesia dependen de la predicación expositiva”.[18]
Y Elena G. de White agrega: “Que la palabra de Dios hable a la gente […] Los
predicadores deben presentar la segura palabra profética como fundamento de la
fe”.[19]
3. La
predicación expositiva da lugar a una variedad de temas a presentar ante la
congregación. Algunos de los temas extraídos de una unidad expositiva podrían
incluir doctrinas, devocionales, ética, profecía, tipo y antitipo, biografías,
historia, evangelismo, exhortación y consolación.[20]
4. La
predicación expositiva es un modelo efectivo para la interpretación adecuada de
las Escrituras.[21] “Toda predicación debe ser expositiva si
ha de ajustarse al patrón de las Escrituras”.[22]
5. La
predicación expositiva permite que la Biblia hable con autoridad. El sello de
la autoridad bíblica permite que algunas verdades o enseñanzas demasiado
incómodas se acepten con mayor facilidad cuando se basan y desprenden de la Palabra
en lugar de ser sólo los pensamientos del ministro. Si consideramos que todo
sermón debe tener un contenido teológico y ser doctrinalmente exacto, la
predicación expositiva atiende a ambos aspectos pues, como Pablo exhortó,
predicar la Palabra en forma expositiva significa instar a tiempo y fuera de
tiempo, redargüir, reprender y exhortar con toda paciencia y doctrina (2
Timoteo 4: 2, RVR60). Elena G. de White exhorta diciendo: “Debemos considerar
la Palabra de Dios como la autoridad suprema. Debemos aceptar sus verdades y
hacerlas nuestras. Podemos apreciarlas únicamente si las buscamos mediante el
estudio personal”.[23]
6. La
predicación expositiva promueve la evangelización. Pablo animó a Timoteo:
“Proclama la Palabra… realiza la función de evangelizador, desempeña a la
perfección tu ministerio” (2 Timoteo 4: 2, 5, BJ). James S. Steward exhorta:
“Dedique el energía de su ministerio a la predicación expositiva y no solamente
se le escuchará, no solamente se mantendrá su mensaje fresco y variado, sino
que en el sentido más real, estará haciendo la obra del evangelizador”.[24]
Por su parte, cuando un predicador dirige una serie de sermones expositivos que
han sido esmeradamente preparados, cumple, en el más amplio sentido, el
ministerio de la evangelización y la enseñanza de la Palabra de Dios a su
congregación. La verdad bíblica es mejor grabada cuando se obtiene directamente
de las Escrituras. La congregación neófita es nutrida con alimento sólido y
otros que aún no conocen al Señor, podrán tener una mejor vislumbre de su amor,
de sus enseñanzas y de su voluntad.
Procedimiento
para el estudio y posterior bosquejo de un sermón expositivo
1.
El
paso inicial en la preparación de un sermón expositivo es la observación.[25]
Robert A. Traina define la observación como “el medio por el cual la
información de un pasaje llega a ser parte de la mentalidad del estudiante”.[26]
Esto implica la lectura detenida y el estudio cuidadoso del pasaje o texto en
cuestión a fin de comprender su significado, fijándose en sus términos,
estructura y forma literaria. Debe haber una profunda familiaridad entre el
predicador y el texto, incluido su autor, destinatarios, mensaje, propósito,
lugar y fecha de escritura, etc. El texto de estudio puede ser unos pocos
versículos, un capítulo entero o un libro completo. La base del bosquejo
expositivo también puede ser la unión de dos o tres pasajes de mayor extensión,
procedentes de varias partes de las Escrituras.
2.
Dado
que casi todo pasaje de las Escrituras tiene más de un tema, se debe determinar
y seleccionar el tema predominante, asunto central, la “gran idea” o idea
principal de la porción de las Escrituras y las ideas progresivas o
pensamientos integrantes extraídos desde el texto bajo consideración.[27]
Por lo tanto, un sermón expositivo tiene como finalidad la presentación de un
solo tema principal. Deberíamos ser capaces de encerrar el tema en una sola
palabra, frase o sentencia, expresando el corazón del mensaje, el sermón en
unas pocas palabras. Esto ayuda a precisar cuál es el mensaje principal que se desea impregnar en la mente de la
congregación y que se retenga luego de finalizado el sermón. Un peligro en que
pueden caer los predicadores, y principalmente los predicadores expositivos, es
permitirse digresiones del pasaje a exponer y divagar en torno a otros temas
ajenos a los del texto en cuestión.
3.
Determinar,
a partir de las palabras, frases significativas o verdades sugeridas por el
mismo pasaje, cuáles son las divisiones principales y naturales del texto y luego
bosquejarlas. En algunos casos el bosquejo puede ser sacado de la unidad
expositiva en un orden diferente del que se halla en el texto. Por otro lado,
es posible tratar un pasaje de las Escrituras desde distintos enfoques y
obtener de esa manera dos o más bosquejos totalmente diferentes el uno del otro
basados en un mismo pasaje.
4.
Luego
de los pasos anteriores, sigue la interpretación. James Braga afirma: “La
interpretación es la característica básica de la predicación expositiva”.[28]
Y John MacArthur ha señalado: “La predicación expositiva es exegética”.[29]
La interpretación adecuada de un texto, incluyendo sus divisiones y
subdivisiones, sigue las reglas y los métodos de la hermenéutica. Una regla
simple de interpretación es considerar el texto en su significado más obvio y
natural, considerando qué significó para los primeros oyentes.
Para
esto es indispensable notar las diferencias entre el lenguaje, la cultura, la
geografía y la historia de los tiempos bíblicos y nuestros tiempos, es decir, el
contexto o marco histórico y cultural de la unidad expositiva escogida. Siempre
que sea posible, se debe ser lo más detallista posible, aunque no exhaustivo, en
tanto que las habilidades y los recursos personales del predicador lo permitan.
Un error por parte del expositor en este respecto es perderse en detalles y no interpretar
correctamente el texto. John MacArthur afirma: “Las habilidades para el estudio
bíblico excelente son el fundamento sobre el cual se edifican los buenos
sermones expositivos”.[30]
James Braga agrega: “El estudio del contexto debe llevarse siempre a cabo si
queremos ser fieles expositores de las Escrituras”.[31]
El uso de comentarios, diccionarios, léxicos y concordancias bíblicas, además
de literatura relacionada con la historia, arqueología y costumbres de los
tiempos bíblicos y otras fuentes literarias relacionadas, serán de ayuda
incalculable.
5.
Finalmente,
debe considerarse la aplicación. “El estudio bíblico no está completo hasta que
se descubra la verdad y se aplique a situaciones de la vida real”.[32]
Las verdades contenidas en el texto deben relacionarse con el presente, es
decir, contextualizar. En este paso se debe ser cuidadoso, pues una aplicación inadecuada
o descontextualizada del texto estudiado y expuesto puede generar más problemas
que soluciones. Sin embargo, aunque la aplicación es importante, en la
elaboración y exposición del sermón debe dedicarse más tiempo a la explicación
del texto y menos a la aplicación del mismo.
Conclusiones
Si
bien la predicación expositiva no ha sido la más amada entre los predicadores a
través de la historia y mayormente en nuestros días, no significa que éste sea
un tipo inadecuado de presentar las profundidades de las Escrituras al rebaño
del Señor. Lejos de ser hostiles a su uso, es deber de todo buen predicador
adquirir las habilidades y herramientas necesarias y suficientes que le hagan
un hábil expositor de la Palabra de Dios para su congregación. Las ventajas que
este método de estudio y exposición bíblica son numerosas y todos podemos
vernos beneficiados de su uso en nuestras congregaciones.
Una
lectura minuciosa, un estudio acucioso, una exégesis detallada, una clara
exposición y una adecuada aplicación de las Sagradas Escrituras a la realidad
contemporánea de la grey de Cristo, harán de la predicación expositiva una mina
de preciosas gemas que no tienen comparación. Invito a todos los predicadores
que harán lectura de estas líneas a que juntos respondamos al ruego encarecido
de Pablo: “Predica la Palabra y cumple tu ministerio”.
[1] Víctor A. Jofré Araya (2013), Magíster
© en Educación Religiosa. Actualmente se desempeña como Inspector General del
Colegio Adventista de Arica, Chile.
[2] J. D. Douglas (1997). Nuevo Diccionario Bíblico. Sin lugar:
Ediciones Certeza, pp. 1113, 1114.
[3] John MacArthur, Jr. (1996). El redescubrimiento de la predicación
expositiva. Nashville, Tennessee: Editorial Caribe, pp. 40, 41. Énfasis en
el original.
[4] James Braga (1994). Cómo preparar mensajes bíblicos. Grand
Rapids, Michigan: Editorial Portavoz, p. 61.
[5] Braga. op. cit. p. 62.
[6] Stephen F.
Oldford (1998). Guía de predicación
expositiva. Nashville, Tennessee: Broadman & Holman Publishers, pp. 70,
71.
[7] Elena G. de White (2008), Testimonios para la iglesia. 2da.
Edición. Florida: Asociación Publicadora Interamericana, tomo 8, pp. 43, 44.
[9] Elena G. de White (2007). El Deseado de todas las gentes. 3ra.
Edición. Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, p. 42.
[10] Elena G. de White (2008), Testimonios para la iglesia. 2da.
Edición. Florida: Asociación Publicadora Interamericana, tomo 6, p. 75.
[11] MacArthur. op. cit. p. 58.
[12] Citado MacArthur. op. cit. p. 58.
[14] Citado por MacArthur. op. cit. p. 68.
[15] Elena G. de White (2008), Testimonios para la iglesia. 2da.
Edición. Florida: Asociación Publicadora Interamericana, tomo 3, p. 238.
[16] Braga. op. cit. p. 99.
[17] Marco A. Calderón Wills (2000). Predicación bíblica. Un modo fácil de hacer
sermones. Vinto, Cochabamba: Imprenta CEAB, pp. 20, 21; cf. Oldford. op. cit. pp. 19-28.
[18] Oldford. op. cit. pp. 70, 71.
[19] Elena G. de White (1997). El ministerio pastoral. Silver Springs,
Maryland, pp. 217, 218.
[20] Braga. op. cit. pp. 88, 89.
[23] Elena G. de White (2008), Testimonios para la iglesia. 2da.
Edición. Florida: Asociación Publicadora Interamericana, tomo 6, p. 402.
[24] Citado por Charles E. Bradford (sin
año), Predicación para estos tiempos.
Hagerstown, Maryland: Review and Herald Graphics, p. 48.
[25] Braga. op. cit. pp. 63-81; cf. Oldford. op. cit. pp.
82-102.
[26] Citado por MacArthur. op. cit. p. 237.
[27] Braga. op. cit. p. 86; Oldford. op. cit. p. 77; MacArthur. op. cit. p. 246.
[28] Braga. op. cit. pp. 87, 88.
[29] MacArthur. op. cit. p. 249;
cf. pp. 141-159, 161-177, 179-201. Véase además: Oldford. op. cit. pp. 103-143.
[30] MacArthur. op. cit. p.
244.
[31] Braga. op. cit. p. 85.
[32] MacArthur. op. cit. p. 244.
No hay comentarios:
Publicar un comentario