GUÍA DE AUTO-INSTRUCCIÓN
La ética en la posmodernidad
Raúl Kerbs
Nombre
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Curso
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4to. año medio
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Fecha
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Asignatura
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FILOSOFÍA
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Profesor
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VÍCTOR JOFRÉ ARAYA
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Objetivos:
· Conocer y distinguir los conceptos de Mundo Moral, la Moral y la Ética.
· Comprender la Moral como distintos sistemas de normas morales.
· Comprender que la evaluación moral supone la Moral.
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“Así, todo lo que queráis que los hombres os hagan, hacedlo también vosotros a ellos”
(Mateo 7: 12)
La modernidad
predominó en el pensamiento occidental durante varios siglos, despojando a la
moralidad de toda referencia religiosa trascendente. “¡No necesitamos a Dios!”
era su proclama. Aunque la modernidad intentó crear un orden social sin tener
en cuenta restricciones normativas de origen religioso, retuvo ciertos valores
como el trabajo, el ahorro y la postergación de la satisfacción inmediata en favor
de un beneficio a largo plazo. Aunque el origen de estos valores estaba en un
punto de referencia exterior a los individuos, no era precisamente esa la
preocupación de la modernidad. Su meta estaba más bien en la expresión de un
deseo individual. Pero cuando el modernismo alcanzó su punto de maduración,
cuando el subjetivismo destruyó el objetivismo, surgió un momento casi
anárquico en la historia humana y con él una nueva moralidad individualista,
festiva, centrada en el placer, anclada en el presente, ciega con respecto al
pasado e indiferente con el futuro. El “ahora” era su éxtasis. Como resultado
de esto, surgió un clima contrario a todo límite para la libertad individual.
Esta nueva
moralidad es el centro de la ética posmoderna.
La ética posmoderna
En la base de
la ética posmoderna hay una crisis de autoridad1. Esta crisis involucra las
instituciones tradicionales (familia, escuela, iglesia, estado, justicia,
policía) por medio de las cuales la modernidad trató de organizar una sociedad
racional y progresista. Esta crisis se manifiesta de diversas maneras: la
adoración de la juventud y el consentimiento de sus caprichos2; el dinero como
símbolo de éxito y felicidad; una economía donde “ser” es comparar, consumir,
usar y tirar; la identidad definida por las adquisiciones del mercado y no por
las ideologías3. En otras palabras, la imagen domina la realidad. Ser alguien
es aparecer en alguna pantalla o en un web site.4 Lo que aparece define lo que
es, casi nadie se preocupa por lo que “realmente” es: la imagen pública es el
nuevo objeto de adoración5.
Nuestra
cultura posmoderna ha perdido el amor por la verdad.
En contraste
con la ética del trabajo y el ahorro, propia de la modernidad, la ética actual
afirma el valor del consumo6, el tiempo libre y el ocio7. Pero esto no podría
funcionar sin la exaltación del individualismo, la devaluación de la caridad y
la indiferencia hacia el bien público.8 La búsqueda de gratificación, de placer
y de realización privada es el ideal supremo. La adoración de la independencia
personal y de la diversidad de estilos de vida se ha transformado en algo
importante. El pluralismo provee una multiplicidad de valores, con muchas
opciones individuales, pero ninguna de ellas auténtica. Las diferencias
ideológicas y religiosas son tratadas superficialmente como modas.9 La cultura
de la libertad personal, el pasarlo bien, lo natural, el humor, la sinceridad y
la libertad de expresión emergen hoy como algo sagrado.10 Lo irracional se legitima
a través de los afectos, la intuición, el sentimiento, la carnalidad, la
sensualidad y la creatividad.11 Todo esto ocurre en el marco de un axioma
aceptado por casi todo el mundo: un mínimo de austeridad y un máximo de deseo,
menos disciplina y más comprensión.12
Al mismo
tiempo, los medios masivos de comunicación e información determinan la opinión
pública, los modelos de conducta y de consumo. Los medios reemplazan las
interpretaciones religiosas y éticas por una información puntual, directa y
objetiva y colocan la realidad más allá del bien y del mal.14 Paradójicamente,
la influencia de los medios aumenta cuando se produce una crisis de la
comunicación. Las personas sólo hablan de sí mismas, quieren ser escuchadas,
pero no quieren escuchar. Se busca una comunicación sin compromiso. De ahí la búsqueda
de la participación distante, los amigos invisibles, las amistades del e-mail y
del chat.15
Una nueva forma para la moral
¿Qué forma
adopta la moral en el contexto sociocultural de la posmodernidad?
De acuerdo
con Lipovetsky, con el surgimiento del posmodernismo a mediados del siglo
veinte, ha surgido la nueva era del pos-deber. Esta era renuncia al deber
absoluto en el ámbito de la ética.16 Ha aparecido una ética que proclama el
derecho individual a la autonomía, a la felicidad y a la realización personal.
La posmodernidad es una era de pos-deber porque descarta los valores
incondicionales, como el servicio a los demás y la renuncia a uno mismo.
Sin embargo,
nuestra sociedad no excluye la legislación represiva y virtuosa (contra las
drogas, el aborto, la corrupción, la evasión, la pena de muerte, la protección
de los niños, la higiene y la dieta saludable).17 La posmodernidad no propone
un caos sino que reorienta la preocupación ética a través de un compromiso
débil, efímero, con valores que no interfieren con la libertad individual: no
es hedonista sino neohedonista. Esta mezcla de deber y de negación del deber en
la ética posmoderna es necesaria porque el individualismo indiscriminado
atentaría contra las condiciones necesarias para la búsqueda del placer y la
realización individual.
Se necesita
una ética que prescriba algunos deberes para controlar el individualismo sin
proscribirlo: no un individualismo sino un neoindividualismo. La preocupación
moral posmoderna no expresa valores sino más bien indignación contra las
limitaciones a la libertad. El objeto no es la virtud sino más bien obtener
respeto.(18) Se prohíbe todo aquello que podría limitar los derechos
individuales. He ahí por qué la nueva moralidad puede coexistir con el consumo,
el placer y la búsqueda individual de satisfacción privada. Se trata de una
moral indolora, débil, donde todo vale, pero donde el deber incondicional y el
sacrificio han muerto. La moral posmoderna ha dejado atrás tanto el moralismo
como el antimoralismo.19
Pero todo esto
resulta en una moralidad ambigua. Por un lado tenemos un individualismo sin
reglas, manifestado en la exclusión social, el endeudamiento familiar, familias
sin padres, padres sin familias, analfabetismo, los desposeídos, ghettos,
refugiados, marginales, drogadictos, violencia, delincuencia, explotación,
delitos financieros, corrupción política y económica, búsqueda inescrupulosa de
poder, ingeniería genética, experimentación con seres humanos, etcétera. Por
otro lado, cunde por la sociedad un espíritu de vigilancia hipermoralista listo
para denunciar todos los atentados contra la libertad humana y el derecho a la
autonomía individual: una preocupación ética por los derechos humanos,
disculpas por los errores del pasado, protección del medio ambiente, campañas
contra las drogas, el tabaco, la pornografía, el aborto, el acoso sexual, la
corrupción y la discriminación; tribunales éticos, marchas de silencio,
protección contra el abuso de niños, movimientos en favor de los refugiados,
los pobres, el tercer mundo, etcétera. 20
En este
contexto, la moralidad neohedonista de la posmodernidad se traduce en demandas
que corren en direcciones opuestas. Por un lado, tenemos normas: hay que comer
en forma saludable, cuidar la figura, combatir las arrugas, mantenerse delgado,
valorar lo espiritual, no agitarse, hacer deportes, buscar la excelencia y
controlar la violencia, entre otras cosas. Por otro lado, encontramos una
promoción del placer y de la vida fácil, la exoneración de la responsabilidad
moral, la exaltación del consumo y de la imagen, la valoración del cuerpo en
detrimento de lo espiritual. Como resultado, hay depresión, sentimiento de
vacío, soledad, falta de sentido, estrés, corrupción, violencia, indiferencia,
cinismo, etcétera. 21
La moralidad posmoderna en la vida cotidiana
Para
comprender cómo la moral posmoderna impacta en la vida cotidiana, consideremos
dos listas que el posmodernismo nos propone: una lista de “deberes” morales y
una lista de “permisos” morales:
Lista 1: Deberes morales típicos de la
“ética” posmoderna:
·
No discriminar ningún estilo de vida.
·
Asistir a los conciertos de beneficio y
solidaridad.
·
Marcar un número para hacer una donación.
·
Llevar una calcomanía contra el racismo.
·
Participar de una marcha contra la impunidad.
·
Correr una maratón por la vida sana.
·
Usar preservativo.
·
Prohibido prohibir (cada uno es libre de
disponer de su propia vida).
·
Llevar una cinta roja contra la discriminación
de los homosexuales.
·
Ser ecologista.
·
Donar los órganos.
·
Reglamentar los lugares de trabajo contra el
acoso sexual.
·
Fidelidad (durante el tiempo que dura el amor,
pero después...).
·
Condenar toda forma de violencia.
·
No intentar convertir a una persona a otra
religión.
Lista 2: Permisos morales de la ética
posmoderna:
·
Sexo libre, a condición de no acosar y de
cuidarse del SIDA.
·
Es mejor ser corrupto que pasar por estúpido.
·
Fumar, pero no en los sectores para no
fumadores.
·
Romper todo compromiso con una regla, persona o
causa que interfiera con la realización personal.
·
Prostitución, pero sólo en la “zona roja”.
·
Mentir, pero no en época de campaña política.
·
Divorcio, pero sólo para favorecer la
realización personal.
·
Infidelidad, pero sólo cuando se terminó el
amor.
·
Aborto, pero sólo para realizar la planificación
familiar.
·
Probar de todo para explorarse a sí mismo y
descubrir todas las posibilidades de realización personal.
·
Religión “a la carta”, adaptada a los
compromisos que cada uno quiera asumir.
·
Beber, pero no en exceso.
·
Cosechar éxito, fama y dinero, caiga quien
caiga.
·
Pasar bien el momento, sin preocuparse por el
futuro.
·
Poder pensar siempre “aquí no pasa nada”.
“Código de conciencia” de un posmoralista
La ética
posmoderna no termina con estas listas ridículas y absurdas. La búsqueda
posmoderna de libertad absoluta produce su propio código de conciencia. En una
atmósfera de neoindividualismo, los elementos ideológicos, socioculturales y
éticos se unen para crear una nueva especie de conciencia posmoderna. Esta
conciencia se podría expresar mediante los siguientes “principios”:
·
No debo discriminar nada, porque hay que exhibir
un look abierto y porque no hay ninguna verdad absoluta.
·
Debo donar dinero para las campañas de
solidaridad porque me repugna ver niños hambrientos.
·
Debo ir a la marcha contra la impunidad para que
los culpables no se salgan con la suya.
·
Debo llevar una vida sana porque mi cuerpo es mi
máquina de cosechar éxitos y placeres.
·
Debo interesarme por alguna forma de religión
porque me podría dar energía.
·
Debo manifestar preocupaciones por temas serios
para no aparentar ser un burgués materialista y conformista.
·
No debo estar en contra de ningún estilo de vida
porque todo vale y nada funciona.
Evaluación crítica: una moralidad cínica
Después de
considerar todo esto, alguien podría objetar que la ética posmoderna no es
totalmente perversa. En efecto, en la preocupación posmoderna por los problemas
que amenazan actualmente la vida humana hay elementos rescatables. El estilo de
vida saludable, el cuidado del medio ambiente, la lucha contra la violencia y
la discriminación son aspectos valiosos. Además, el posmodernismo pone de
manifiesto los fracasos éticos teóricos y prácticos del pasado. Pero no nos
dejemos engañar. En su núcleo más íntimo, la ética posmoderna no tiene una
motivación moral. En realidad, persigue la búsqueda individualista de
realización y autonomía personal. Mientras que la motivación de toda ética
auténtica es superar el mal con el bien, el posmodernismo está desprovisto de
inspiración moral. Sólo quiere combatir el exceso del mal pero no desea
erradicar el mal. Lucha contra ciertas manifestaciones del mal sin reconocer la
raíz del mal. Su meta es el logro de la autonomía individual, que es justamente
aquello que el concepto bíblico del pecado condena.
¿Cómo puede
un sistema moral luchar contra el mal, si en su fundamento mismo hay una
búsqueda del yo, lo cual es, bíblicamente hablando, la fuente del mal? ¿Es
posible lograr la felicidad con el tipo de moral que defiende la posmodernidad?
Si la felicidad es la búsqueda de autonomía, realización personal, satisfacción
de los deseos inmediatos, control de la libertad individual excesiva, pero sin
una verdadera apertura del alma al prójimo y a Dios, entonces en este tipo de
moral la búsqueda de felicidad consiste en perpetuar las cosas tal como siempre
han sido. Más de lo mismo: una mezcla de vida y muerte, placer y dolor, éxito y
fracaso, felicidad y tristeza. Pero esto ignora lo que hay detrás de la
búsqueda humana de felicidad: el deseo de otra cosa, de algo totalmente
diferente, algo que suprima estas antítesis. Esto “totalmente diferente” está
ausente en la búsqueda posmoderna de felicidad. La ética posmoderna se conforma
con muy poco; propone una meta demasiado baja. Ella argumenta que, debido a que
la moralidad tradicional, incluyendo la ética cristiana, no han mejorado al
hombre, es mejor proponer una meta más baja y aceptar al hombre tal como es.
Sin embargo,
esta actitud de resignación supone que el cristianismo ha sido realmente
aplicado y que ha fracasado, y sobre esta base propone que debemos juzgar como
agotado el potencial cristiano de hacer una contribución a la humanidad. Pero
esta presuposición contradice el principio posmoderno de que no existe una
verdad absoluta. “No hay verdad absoluta”, dice el posmodernismo por un lado.
Sin embargo, por otro lado presume que la moral tradicional está agotada, que
el hombre ya no puede ser mejorado, que un cambio radical es imposible y que
debemos resignarnos. ¿Quién es capaz de saber esto y cómo puede saberlo?
Pareciera que la posmodernidad se las ha arreglado para saber con seguridad
algunas cosas acerca de la naturaleza humana y del futuro, conocimiento que
niega las ideologías y religiones del pasado. Por eso nos parece una postura
cínica que afirma (implícitamente) por un lado lo que niega (explícitamente)
por el otro.
Raúl Kerbs, doctorado en filosofía por la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina, enseña filosofía en la Universidad Adventista del Plata, Argentina. Email: kerbsra@infovia.com.ar
Notas y referencias
1. Kenneth Gergen, El yo saturado. Dilemas de
identidad en el mundo contemporáneo (Barcelona: Paidós, 1992) pp. 164-168.
2. Beatriz Sarlo, Escenas de la vida posmoderna.
Intelectuales, arte y videocultura en la Argentina (Buenos Aires: Ariel, 1994)
pp. 38-43.
3. Sarlo, pp. 27-33.
4. Gilles Lipovetsky, El imperio de lo efímero
(Barcelona: Anagrama, 1990), pp. 225-231.
5. Sarlo, pp. 27-33.
6. Lipovetsky, pp. 225-231.
7. Gilles Lipovetsky, La era del vacío. Ensayos
sobre el individualismo contemporáneo (Barcelona: Anagrama, 1986), p. 14.
8. Lipovetsky, El imperio de lo efímero, pp.
201, 202.
9. Id, pp. 313-315.
10.
Lipovetsky, La era del vacío, pp. 7-11.
11.
Lipovetsky, El imperio de lo efímero, p. 196.
12.
Lipovetsky, La era del vacío, p. 7.
13.
Lipovetsky, El imperio de lo efímero, p. 251.
14. Id, pp.
256-258.
15. Id, pp.
321-324.
16. Gilles
Lipovetsky, El crepúsculo del deber. La ética indolora de los nuevos tiempos
democráticos (Barcelona: Anagrama, 1994), pp. 9-12, 46.
17.
Lipovetsky, El crepúsculo del deber, p. 13.
18. Id,
capítulos II y III.
19. Id, pp.
47-49.
20. Id, pp.
14, 15, 55, 56, 208, 209.
21. Id, pp.
55 y siguientes.
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