Reflexiones en torno a la Integración de la Fe en la Enseñanza/Aprendizaje (IFE)
Víctor Jofré Araya
Magíster (c) en Educación Religiosa
Colegio Adventista de Arica
John W. Taylor (2002) propuso una serie de estrategias integradoras en el proceso de enseñanza/aprendizaje con el propósito de hacer realidad una integración de la fe y la enseñanza/aprendizaje en nuestras escuelas. Estas estrategias están divididas en cuatro categorías y cada categoría posee tres estrategias. Los cuatro grupos y sus indicadores son: (1) Contextual: tácticas, ornamentales y ambientales; (2); Ilustrativas: análogas, narrativas y ejemplares; (3) Conceptual: textuales, temáticas y valorativas; y (4) Experimental: personales, relacionales y declarativas.
En mi experiencia como docente y como administrativo en cuatro de las cinco escuelas adventistas de la Misión del Norte de Chile he visto cómo estas estrategias son bastante bien implementadas por muchos de nuestros profesores, pero también he notado con tristeza que un número no reducido de docentes no las considera al realizar sus prácticas pedagógicas. En las siguientes líneas pretendo establecer la importancia de las estrategias integradoras y su potenciales para fomentar el crecimiento espritual de nuestros alumnos y alumnas. Cuando hablo de alumnos(as) me refiero a todos los que pasan por nuestras aulas, desde la enseñanza pre-escolar hasta la enseñanza media.
Según Taylor (2002), la educación cristiana se centra en la formación de personas auténticamente cristianas. En este contexto, todas las materias y todo lo que se realiza en las escuelas cristianas deberían estar enfocadas desde una perspectiva cristiana. Por lo tanto, un programa educacional que persiga estos objetivos debería basarse en la revelación y ser consecuentes con sus enseñanzas y una filosofía educativa coherente.
Visto así, todas las estrategias son útiles, necesarias y mutuamente complementarias. Desde aquellas estrategias que van desde el nombre del Colegio en un lugar bien visible (táctica) o un simple cartel con un texto bíblico puesto a la entrada o en las salas del Colegio (ornamental), hasta aquellas que se relacionan con el testimonio personal de los alumnos en su comunidad (declarativas) o la vida ejemplar de todos los miembros de la comunidad escolar (ejemplar). Desde aquellas que se relacionan con el buen trato entre todos los miembros de la comunidad educativa en cualquier ambiente de trabajo (ambientales) hasta las actividades que se realizan dentro del aula utilizando la Biblia (textuales), los medios audio-visuales (análogos, narrativos y temáticos), las experiencias personales (personales, narrativas) y el trabajo en grupo (relacional). Cada estrategia tiene su valor particular y cada una complementa a la otra, pues no podríamos hablar de integración si dejáramos a una de lado por fomentar otra.
Como educadores cristianos sabemos que la formación integral del individuo es nuestro fin último y estas estrategias tiene esta virtud. Por ejemplo, pueden fomentar el desarrollo físico a través de estrategias relacionales y ornamentales; el desarrollo intelectual a través de estrategias análogas, textuales, temáticas y declarativas; el desarrollo social a través de estrategias ambientales, narrativas, ejemplares y relacionales; y el desarrollo espiritual a través de estrategias textuales, valorativas y declarativas. Todas y cada una, todas sin desmedro una de la otra, ayudan, aportan, fomentan y potencian el desarrollo espiritual de los alumnos y alumnas que pasan cada día por nuestras aulas y como maestros y administrativos nos corresponde implementar dichas estrategias en nuestras escuelas en un ambiente de colaboración y servicio.
Cinco características de un excelente profesor cristiano
No es una exageración decir que en la actualidad el profesor cumple un rol fundamental y hasta irreemplazable dentro y fuera del aula de nuestras escuelas. Nada de lo que un profesor realiza entre todas sus prácticas profesionales, académicas y devocionales dejan de tener un cierto impacto en la vida de los educandos, tanto en su vida presente como en su experiencia futura.
Pero, ¿qué debería caracterizar a un educador cristiano de excelencia y diferenciarlo de cualquier otro profesor no cristiano que también enseña con excelencia? A continuación expongo cinco características distintivas del educador cristiano excelente.
1. El educador cristiano está consciente de su rol distintivo como hijo de Dios y creyente fiel en las enseñanzas de las Escrituras. Taylor (2002) dice que la primera tarea de un docente que desee integrar su fe en la enseñanza debe ser estar consciente de sus presuposiciones teológicas y filosóficas. Esto requiere de una cosmovisión personal con fuertes fundamentos bíblicos y cristianos.
2. El docente cristiano de excelencia busca educar al alumno(a) en forma integral. Ningún área de la formación del niño debe ser dejada de lado. Un buen educador cristiano buscará instancias para el desarrollo de la mente, el cuerpo, las relaciones y el espíritu de sus alumnos (Lucas 2: 52). En este respecto, el educador también debe ser una personal integral. Su mente, cuerpo y espíritu deberían estar bajo la sombra de Cristo y escondidos en él. Debe tener la mente de Cristo (1 Corintios 2: 16).
3. Un profesor cristiano de excelencia utiliza métodos y estrategias dentro y fuera del aula de clases en donde de fomente el desarrollo del carácter. Es decir, todas las prácticas educativas tendrán como resultado la transformación del carácter humano pecaminoso a un carácter semejante al de Cristo. Lo anterior no sólo incluye las estrategias utilizadas, sino también el ambiente de trabajo, las palabras, las relaciones interpersonales y la motivación a la predicación del evangelio y el cumplimiento de la Misión.
4. Un educador excelente tendrá en mente la disciplina redentora. Es decir, lejos de desear el mal del alumno, un profesor cristiano busca el bien de ellos, como Cristo busca el bien de todos. La disciplina redentora no es débil ni permisiva (Eager, 1996), sino que requiere que el profesor se controle a sí mismo y pueda de esa manera fomentar el autocontrol de sus alumnos. La autodisciplina es el propósito de la disciplina redentora y un educador que tiende a la excelencia debe ponerla en práctica en todo momento y lugar. En un clima de amor, se puede fomentar el dominio propio que viene del Espíritu Santo (Gálatas 5: 22, 23).
5. Un educador cristiano de excelencia busca hacer buenos ciudadanos en este mundo, pero mejores ciudadanos para el Reino de los Cielos. Roger Coon (1999) enfatiza que "la educación cristiana va un paso más allá (que la educación estatal): intenta hacer buenos ciudadanos no sólo para el presente, sino también para el orden mundial venidero" (p. 6). Tiene claro que sus alumnos(as) deben buscar primero el reino de Dios y que todo lo demás será añadido (Mateo 6: 33).
En conclusión, un profesor cristiano de excelencia posee al menos cinco cualidades que lo diferencian de sus pares no cristianos: posee claridad teológica y filosófica (cosmovisión bíblico-cristiana), educa de manera integral, fomenta el desarrollo del carácter, utiliza disciplina redentora y forma ciudadanos para el reino de los cielos.
La formación del carácter: un componente integral en el proceso educativo
Se ha dicho muchas veces que la formación del carácter es uno de los componentes esenciales de toda educación cristiana y que debería ser una cualidad distintiva de los profesores cristianos de excelencia fomentar la formación espiritual de sus alumnos. Sin embargo no es fácil realizar esta tarea.
Elena G. de White (1978) afirma que "la edificación del carácter es la obra más importante que jamás haya sido confiada a los seres humanos" (p. 204). Por su parte, Coupland (1999) nos afirma que "el carácter es el resultado de un proceso complejo, dinámico e intencionado de desarrollo dentro de un significativo contexto de integridad" (pp. 17, 18). En el siguiente comentario se entregan una serie de ideas que pueden ser implementadas por los docentes en sus respectivos lugares de trabajo para fortalecer la formación del carácter de sus alumnos(as).
Primero, no debemos olvidar que la función de la escuela cristiana (y de las personas que laboran en ella) es la formación del carácter. "Un carácter noble no es el resultado de la casualidad" (White, 1990, p. 358). Si consideramos lo dicho por Coupland (1999), entonces debería haber cierta intencionalidad en el trabajo docente hacia dicha formación. No basta, en este sentido, saber que debemos hacerlo, sino más que eso, debemos tener las ganas de hacerlo. Un docente cristiano utiliza métodos y estrategias dentro y fuera del aula de clases en donde de fomente el desarrollo del carácter.
Segundo, debemos ser dignos ejemplos a seguir. La formación del carácter de los alumnos no debería desvincularse de la formación del carácter de los profesores. Cristo dijo que todo lo que hizo lo hizo para que siguiéramos su ejemplo (Juan 13: 15). Si las enseñanzas de la Biblia son una práctica constante en nuestro quehacer académico y profesional, entonces los alumnos(as) seguirán nuestras pisadas.
Tercero, debemos ser metódicos. Si la formación del carácter de nuestros alumnos(as) debe ser intencionado y ejemplar, entonces no debería fomentarse de manera aislada. Algún plan dentro de la escuela (por ejemplo, el Plan Maestro de Desarrollo Espiritual) debería ser implementado por todos los estamentos de la Unidad Educativa con el fin de alcanzar dicho objetivo.
Cuarto, debemos ayudar a nuestros alumnos(as) a encontrar un sentido o propósito para su vida. Coupland (1999) afirma que "todo ser humano necesita encontrar un propósito para su vida" (p. 19). Él le llama a esto: una narrativa trascendente. Es decir, saber quiénes son, de dónde vienen, para dónde van. Teniendo claridad de propósito el alumno alimentará aquellas vías que le ayuden a desarrollar un carácter tal que sea digno de ese propósito que se propuso a alcanzar. Todos los profesores adventistas deberían ayudar a sus alumnos a escribir su propia historia en el contexto de una narrativa trascendente.
Quinto, la formación del carácter es más fácil cuando se realiza en un ambiente de servicio y de cooperación con otros. Elena G. de White (1978) afirma que la cooperación "debería ser el espíritu del aula, la ley de la vida" (p. 285). Asegura que la cooperación y los actos de servicio de los más fuertes hacia los más débiles estimulará en los alumnos(as) el respeto propio y del deseo de ser útiles. Cristo enseñó este principio diciendo que él no vino para ser servido sino para servir (Mateo 20: 28). El servicio y la cooperación son elementos indispensables en el desarrollo del carácter y el profesor debe buscar instancias en que sus alumnos trabajen por el bien de los demás, especialmente en la predicación del evangelio de salvación.
Finalmente, la edificación del carácter no se construye en el vacío. Se construye sobre la roca que es Cristo. Un educador debe ser capaz de llevar a sus estudiantes a los pies de la cruz de Cristo. Sus palabras, acciones, planes, pensamientos y relaciones deben ponerse al servicio de la causa de Dios. "Nadie excepto Cristo, -escribió la mensajera del Señor- puede amoldar de nuevo el carácter que ha sido arruinado por el pecado" (White, 1995, p. 28).
Concluyendo, la edificación del carácter debe ser una actividad intencionada en que el profesor y todo el personal de la Unidad Educativa sean dignos ejemplos a seguir, siguiendo cierta metodología y proveyendo de instancias en que la vida del alumno(a) encuentre significado y dándole oportunidades ser servicio, cooperación y relación personal con Dios.
Referencias
Coon, Roger (1999). La gran diferencia: El caso de la educación cristiana. En Revista de Educación Adventista, 10, 5-9.
Eager, Hedley J. (1996). "¿En control" o "siendo controlados?" Disciplina redentiva en perspectiva. En Revista de Educación Adventista, 5, 23-26.
Taylor V., John Wesley (2002). Un fundamento bíblico para la integración Fe y Aprendizaje. Extraído el 20 de enero de 2014 desde http:// campus.um.edu.mx~oid/alternativo/contenido/nucleo3/declaracion/4.html
White, Elena G. de (1978). La Educación. Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana.
White, Elena G. de (1990). Profetas y Reyes. Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana.
White, Elena G. de (1995). El Deseado de todas la gentes. Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana.
Las tres reflexiones precedentes son parte del Examen de la asignatura Integration of Faith and Learning del Dr. Dolf Oberholster rendido en enero de 2014 durante el Master of Arts in Religeous Education en la Universidad Adventista de Chile, sede de AIIAS en Chile.
1 comentario:
Las ideas expuestas en este artículo son de total utilidad, en especial para aquellos que deseen estudiar pedagogía en religión. Siento que es muy necesario que los profesores empleen en sus clases las diferentes estrategias integradoras, postuladas por John W. Taylor, para fomentar la fe de los estudiantes, pues es importante saber que cada alumno cuenta con un método de aprendizaje diferente al de otro. Dando mi punto de vista como estudiante, el uso de las diversas estrategias de enseñanza, ya sea en las clases de religión o en las de otra materia, permite una mayor comprensión de los contenidos y se evita que las clases sean monótonas.
María Mercado, 4to Medio A
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