El profesor de aula y la transformación del currículum
Víctor a. Jofré Araya
Magíster (C) en Educación Religiosa - enero 2013
Introducción
Nadie
puede negar a esta altura de la historia humana el importante y, a veces, hasta
imprescindible rol de los maestros en las aulas de nuestras escuelas. La
influencia positiva o negativa de un profesor se extiende en el tiempo, más
allá incluso de la vida de los educandos, permeando la existencia de las nuevas
generaciones. Este rol e influencia se evidencia también en la creación,
implementación, ejecución, transformación y evaluación del currículum educativo.
Se ha concebido al profesor “como un mediador decisivo entre el currículum
establecido y los alumnos, un agente activo en el desarrollo curricular, un
modelador de los contenidos que se imparten y de los códigos que estructuran
esos contenidos” (Gimeno, 1996, p. 197).
En
este sentido cabe resolver el cuestionamiento que ya ha sido percibido por los
especialistas (p. e. Gimeno, 1996; Edwards, 2012): ¿Tienen los docentes el
derecho y la obligación de aportar al currículum sus propios significados e
intervenir en su transformación en el contexto de una clase? Si es así, ¿en
dónde, cuándo y en qué medida es lícito que aquello ocurra? ¿Cuáles son los
límites de la actividad mediadora del profesor entre el currículum y los
educandos?
En
el presente paper se intentará dar respuesta a estas interrogantes con las
aportaciones de especialistas en el área educativa, una breve investigación
bibliográfica acerca del tópico en cuestión (especialmente el capítulo titulado
El currículum moldeado por los profesores
de Gimeno, 1996), la reflexión personal del autor y el ejemplo de nuestro
máximo educador: Jesús.
Rol mediador del maestro
Ahora
bien, así como el profesor moldea o puede moldear el currículum, el currículum también
moldea a los docentes, aunque éste, en definitiva, es traducido en la práctica
por ellos mismos (Gimeno, 1996). Si
entendemos el currículum como el producto de un complejo proceso de
construcción social o de selección cultural y decisiones curriculares en el
cual participan personalidades con determinadas visiones, teorías y valores, éste es una suerte de mediador entre la teoría
y la realidad de la enseñanza, el plan de acción especifico que desarrolla el
profesor con sus alumnos en el aula.
“En el mismo sentido,
el aula es vista como un centro de aprendizaje más que como un lugar de
trabajo. Esto implica una fuerte orientación cognitiva de base, un énfasis en
los procesos y no tanto en los resultados. En este marco, el docente no es
considerado como un administrador de las situaciones de aula, sino como un
experto capaz de tomar decisiones complejas en las situaciones de aprendizaje
de sus alumnos” (Edwards, 2012).
Modelos educativos
Antes
de continuar, es necesario destacar que entre los distintos modelos de
instrucción que existen encontramos una educación centrada en el maestro y en
la manera que éste imparte los contenidos. Si bien podríamos decir que
pertenece al pasado, no son pocos las escuelas o los sistemas (y por qué no
decirlo también, los maestros) que se adhieren a este modelo. En este modelo
educativo el maestro es un simple transmisor de conocimiento y el currículum
impuesto permanece sin grandes cambios o acomodaciones y el alumno es más bien
un ente pasivo, un receptor inánime. Si consideramos a los maestros como los líderes
del proceso de aprendizaje, bajo este sistema en innumerables oportunidades pierden
eficacia porque proporcionan al alumno demasiada ayuda en sus deberes y
responsabilidades en vez de hacerlos pensar. El maestro “olvida que la
situación ideal de aprendizaje es quizás aquella en que el alumno aprende la
manera de aprender por sus propios medios” (Kopp y Zufelt, 1975, p. 123) y que
su rol en el aula es la de “proveer y estructurar las situaciones de
aprendizaje que permitan la acción del alumno” (Leyton, 1978, p. 44).
Por
otra parte, tenemos también un modelo o diseño de enseñanza centrada en el alumno.
En este modelo el alumno es el factor principal de su propia educación y el
maestro, como facilitador del proceso educativo, tiene una función
instrumental. Muchos sistemas modernos se adhieren a este modelo. Este tipo de
instrucción permite al niño participar en las decisiones relativas a las
experiencias de aprendizaje dentro y fuera del aula, determinando qué, cuándo y
cómo puede participar como individuo, como grupo o como clase en esa
construcción. En este nuevo panorama el maestro debe poseer la capacidad de reorientar
el pensamiento del niño y le ayuda a pensar, elegir y a aceptar sus errores. Este
maestro guía al alumno en el descubrimiento y, como consecuencia, éste aprende
con más entusiasmo y eleva su propio nivel de rendimiento en las tareas
asignadas, tanto grupales como individuales. En este modelo “los buenos
resultados en el proceso educativo dependen, en gran parte, del entusiasmo que
el maestro consigue transmitir al niño” (Sperb, 1973, p. 73). En este mismo
sentido, “los maestros deben enfrentar el desafío de reevaluar las relaciones
maestro-alumno en el proceso de aprendizaje” (Kopp y Zufelt, 1975, p. 124),
pues ellos “mediatizan el tipo de relación que los alumnos pueden tener con los
contenidos curriculares” (Gimeno, 1996, p. 198).
Es
en este modelo humanista, cuyo centro y razón de ser es el alumno, en que el maestro
es considerado un formador (pues crea) y transformador (pues re-crea) del currículum.
En este tipo de instrucción “los maestros tienen la tarea de seleccionar las
habilidades y conocimientos que merezcan ser adquiridos y luego elaborar los
objetivos educacionales apropiados” (Kopp y Zufelt, 1975, p. 92, 93). En este
modelo los maestros se sienten plenamente responsables del currículum que
desarrollan y que continuamente trasforman en favor de los educandos. Este
modelo considera al maestro como artífice y trasformador del currículum, por lo
tanto “un maestro que no se halla convencido de la utilidad de la modificación
del currículo no consigue convencer a los alumnos” (Sperb, 1973, p. 73).
Como
bien se ha dicho: “Una cosa es lo que proponen planes y programas de
estudio, y otra lo que los estudiantes aprenden en el aula de clase” (Torres,
2011). La distancia entre ambos componentes es lo que separa el currículum propuesto,
es decir, lo que se programa desde fuera de la unidad educativa y por tanto se
espera que enseñen los profesores, por una parte, y que aprendan los alumnos,
por otra parte, del currículum efectivo, es decir, de lo que realmente se
enseña en el aula y que finalmente internaliza el alumno. Son, en definitiva,
los docentes quienes –incluso dentro de los límites, parámetros y estricteces
que generalmente supone un currículum unilateralmente impuesto- terminan
decidiendo qué, cómo y cuándo se enseña, pues la enseñanza, la instrucción
dentro de los márgenes de un aula, es un oficio nada fácil que exige criterio
propio, flexibilidad y cierta cuota de creatividad.
Límites y marcos de referencia
Ahora
bien, la acción docente se desenvuelve en el contexto de una institución y, por
ende, su práctica está inevitablemente histórica, organizativa, política,
social y tradicionalmente condicionada. La acción observada es producto de una modelación
que los maestros realizan dentro de marcos institucionales de referencia,
márgenes que en la mayoría de los casos están indisolublemente establecidos.
Así, a pesar de la libertad que pareciera tener un docente en su moldeamiento y
transformación del currículum dentro del aula, las posibilidades de efectuar
esa labor están pre-establecidas dentro del marco en el que actúan. En realidad
(y para ser honestos), por muy activo que sea el profesor, siempre será más
bien un ser que reacciona frente a situaciones nuevas más que crearlas o
re-crearlas de nuevo. Al respecto se afirma:
“El profesor no decide su acción en el vacío, sino
en el contexto de la realidad de un puesto de trabajo, en una institución que
tiene sus normas de funcionamiento marcadas a veces por la administración, por
la política curricular, por los órganos de gobierno de un centro o por la
simple tradición que se acepta sin discutir” (Gimeno, 1996, p. 198).
En
este mismo respecto, debemos tomar en cuenta que la carrera docente, es decir
la formación de nuevos profesores, debe estar orientada a producir una
generación de maestros creativos, capaces de modelar el currículum según las
exigencias lo determinen y según los propios criterios lo dispongan. Pensar en
los profesores como modeladores del currículum, en otras palabras, mediadores
entre el currículum propuesto y el currículum efectivo, “tiene consecuencias en
orden a pensar modelos apropiados de formación de profesores, en la selección
de contenidos para esta formación, en la configuración de la profesionalidad y
competencia técnica de los docentes” (Gimeno, 1996, p. 197).
El ejemplo de Jesús
Finalmente,
consideremos a Jesús como maestro modelador de currículum. Si hay un ejemplo en
la educación cristiana digno de ser imitado por cualquier maestro que se precie
de tal es Cristo mismo, que tuvo la capacidad de seleccionar aquello que era de
mayor relevancia para su público desde toda la sabiduría atesorada en los
escritos hebreos. En innumerables oportunidades Cristo no echó mano de la
sabiduría de los rabinos y de las sectas judías, ni siquiera de todo el saber
que como Creador del cielo y de la tierra tenía, sino que “seleccionó” lo que
más se acomodaba a su audiencia y podía ser de utilidad a los que tenían hambre
y sed de justicia.
Vemos,
por ejemplo, su encuentro nocturno con Nicodemo. Mientras el anciano dirigente
intentaba desviar la conversación hacia los temas propios de su secta farisaica,
Jesús seleccionó lo que era de relevancia para él en ese momento. Al respecto
se ha escrito:
“Nicodemo había venido al Señor pensando
entrar en discusión con él, pero Jesús le descubrió los principios
fundamentales de la verdad. Dijo a Nicodemo: ‘No necesitas conocimiento teórico
tanto como regeneración espiritual. No necesitas que se satisfaga tu curiosidad,
sino tener un corazón nuevo’” (White, 1999, p. 42).
Otro
ejemplo, es el uso que Jesús hizo de las parábolas como medio educativo. A
través de este método, Jesús llevaba a su audiencia de lo conocido a lo
desconocido, de las verdades terrenales con las cuales la gente se hallaba más
familiarizada a las verdades celestiales, espirituales y eternas que habían
sido obscurecidas por las autoridades religiosas de su tiempo. Sus enseñanzas
presentaban a través de un nuevo prisma las lecciones de la naturaleza y del
Antiguo Testamento. De esta manera:
“Jesús quiso incitar
el espíritu de investigación […] En la enseñanza en
parábolas usada por el Salvador se halla una indicación de lo que constituye la
verdadera educación superior. Cristo podría haber abierto ante los hombres las
más profundas verdades de la ciencia. Podría haber descubierto misterios cuya
penetración habría requerido muchos siglos de fatiga y estudio. Podría haber
hecho insinuaciones en los ramos científicos que habrían proporcionado alimento
para el pensamiento y estímulo para la inventiva hasta el fin de los tiempos. Pero no lo hizo. No dijo nada
para satisfacer la curiosidad o para gratificar las ambiciones de los hombres
abriéndoles las puertas a las grandezas mundanas” (White, 1995, pp.
11-13; el énfasis es personal).
Conclusiones
Según Torres (2011), existe
un elemento
fundamental que define el qué, el cómo y el cuándo se enseña en nuestras aulas.
Este fundamento ha sido y seguirá
siendo el mismo, a saber, el maestro. Gimeno (1996) enfatiza que la “capacidad
de modelación que tienen los profesores es un contrapeso posible si se ejerce
adecuadamente” (p. 197). Ese contrapeso es entre el currículum propuesto y el
currículum efectivo, entre los especialistas que imponen y los alumnos. A
propósito de lo mismo, se interroga: “¿Quién, si no es el profesor, puede
moldear el currículum en función de las necesidades de unos alumnos
determinados, resaltando los significados del mismo para ellos, de acuerdo con
sus necesidades personales y sociales dentro de un contexto cultural?” (Gimeno,
1996, p. 200).
Aunque el
maestro, por muy hábil y creativo que sea, no escoge las condiciones bajo las
cuales realiza su trabajo (esto se agudiza aún más en el caso de los maestros
que pertenecen al sistema educativo adventista), es quien, diariamente, en el
margen de autonomía que el sistema educativo y curricular deja en sus manos, se
avoca a la obra no menos importante de seleccionar qué y cómo leer, de escoger
determinados medios, recursos y materiales didácticos, de definir los énfasis
en los objetivos y los contenidos (sobre todo en los objetivos fundamentales
transversales y en los contenidos relacionados con la integración de la fe y la
enseñanza), de elegir los ejemplos, de manejar los tiempos, de adoptar o
rechazar determinados métodos y estrategias de enseñanza y aprendizaje, de asignar
tareas y deberes, de elaborar y re-elaborar pruebas escritas y orales, de medir,
calificar, evaluar y juzgar conocimientos, procedimientos y actitudes, de premiar
o sancionar principios, valores, actitudes y de evaluar y juzgar comportamientos,
rendimientos y desempeños de los alumnos. Él es, en consecuencia, un verdadero
modelador del currículum.
De igual
manera, es sabio reflexionar en que los mismos planes y programas de estudio propuestos
o impuestos por las distintas autoridades educativas pueden ser interpretados
y manejados de maneras muy diversas por distintos tipos de maestros. El mejor y
más elaborado currículum propuesto puede ser distorsionado y hasta anulado en
la práctica pedagógica por un mal educador. Y, por el contrario, el peor
currículum propuesto puede ser convertido en una oportunidad de enseñanza y
aprendizaje relevante para todos los alumnos y alumnas, si de por medio está un
buen maestro, un mediador, un verdadero educador, un modelador del currículum.
Un maestro como Jesús.
Referencias
Edwards R., V. (2012). El currículum y la práctica
pedagógica: Análisis de dos contextos en la formación de docentes en Chile. Recuperado el 18 de enero de 2013 desde http://www.ub.edu/obipd/PDF%20docs/
Formaci%C3%B3%20Inicial/Educaci%C3%B3%20Universitaria/I+I/curriculum_practicapedagogica_formacion_docente_edwadrs.pdf
Gimeno S., J. (1996). El currículum: una reflexión sobre la práctica. Barcelona:
Editorial Morata.
Kopp, O. W. y D. L. Zufelt (1974). El currículum personalizado. Método y diseño.
Buenos Aires: Editorial Paidós.
Leyton S., M. (1978). Planeamiento educacional, un modelo pedagógico. 6ª. Ed. Santiago:
Editorial Universitaria.
Torres, R. M. (2011). El currículum propone, el profesor dispone. Recuperado el 17 de
enero de 2013 desde http://otra-educacion.blogspot.com/2011/08/
el-curriculo-propone-y-el-profesor.html
Sperb, D. C. (1973). El Currículo. Su organización y el planteamiento del aprendizaje.
Buenos Aires: Editorial Kapelusz.
White, E. G. de (1995). El Deseado de todas las Gentes. Buenos Aires: Asociación Casa
Editora Sudamericana.
White, E. G. de (1999). Palabras de vida del Gran Maestro. Buenos Aires: Asociación Casa
Editora Sudamericana.
1 comentario:
Super artykuł. Pozdrawiam serdecznie.
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