¿A qué edad
comienza la educación?
El hogar, las
Escrituras
y la formación
moral de los hijos(as)
Víctor Jofré Araya, Magíster ©
en Educación Religiosa
Colegio Adventista de Arica –
julio 2012
“También
debes saber esto –escribió el anciano Pablo a su joven hijo en la fe Timoteo-
que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos” (2 Timoteo 3: 1). Basta
leer cualquier periódico o ver un canal de noticias para darse cuenta que en
nuestra sociedad se está produciendo un colapso cada día más crítico en cuanto
a los valores morales. Lo peor de todo es que, en muchos casos, son niños y jóvenes
los que se ven involucrados con acciones y estilos de vida reñidas con la moral
y las buenas costumbres: robos, atentados, violaciones, asaltos, homicidios,
riñas callejeras, uso y abuso de tabaco, alcohol y otras drogas, etc. Sin
embargo, hay una realidad todavía peor: uno de aquellos niños o jóvenes puede
ser tu hijo.
Por una
parte, las estadísticas reportan que casi la mitad de los niños y niñas que se
han criado sin padres tienen serias posibilidades de caer en prisión durante su
adolescencia (Estadísticas escalofriantes,
s/f.; Caballeros de Colón, 2012; Pérez, 2012). Por otro lado, cada vez existen
más padres y madres que depositan en las escuelas toda la responsabilidad de la
educación de sus hijos, desvinculándose de cualquier carga. ¿Cómo podríamos
evitar que esa cruda realidad se haga presente en nuestros hijos e hijas?
El
siguiente ensayo tiene como propósito demostrar que la educación que considera
los principios bíblicos enseñados en el hogar durante los primeros siete años
de vida, la llamada primera infancia, antes de la etapa escolar, tiene mucho que
ver con impedir que muchos hijos e hijas deformen su carácter y estén mejor
preparados para enfrentar los desafíos que implica la escolaridad. Pues, como
ha escrito una famosa educadora y psicóloga cristiana, “tú debes pasarle a la
próxima generación la antorcha de los valores morales firmes y de la gracia de
Dios, y debes hacerlo pronto” (Kuzma, 2008, p. 500).
¿Sobre quién recae la responsabilidad de la
educación moral de los hijos e hijas?
Esta
pregunta es muy fácil de responder, pero muy complicada de llevar a la
práctica: sobre los padres, en el seno familiar. El hogar ha sido a través de
la historia (y lo continua siendo en la actualidad) la agencia educadora básica,
fundamental y universal y, por tanto, se espera que los padres y madres sean los
primeros y más influyentes maestros, “con la responsabilidad de reflejar el
carácter de Dios en su relación con sus hijos. Todo el ambiente familiar
contribuye a formar los valores, las actitudes y la cosmovisión de los niños y
jóvenes” (Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día. Departamento
de Educación, 2001). Las demás agencias educativas de cualquier sociedad,
incluidas la iglesia y la escuela, complementan la función primaria y
primordial del hogar.
Se estima
que la labor docente, tanto de padres como de maestros, es uno de los derechos
y deberes propios de la vida familiar. Pero fue a partir del siglo XIX en que
el Estado asumió su responsabilidad exclusiva en el proceso formativo de los
niños en contraposición al anterior dominio de las instituciones eclesiásticas.
Esto produjo una merma en la participación de la familia en el proceso
educativo relegando a un plano secundario la función socializadora y espontánea
de la comunidad hogareña. “Sin embargo, pese a decisiones políticas y proyectos
secularizadores, hoy se reconoce la importancia de la familia en la formación
psicológica, en el desarrollo de las capacidades individuales y en la
estabilidad emocional de los individuos” (Aizpuru, 1988. Citado por Aviña
Zepeda, 2007, p. 33). La tendencia actual es volver a una situación de hace
tres o cuatro siglos, cuando la educación era principalmente hogareña y se basaba
en principios morales y normas de comportamiento.
Dicen las
Sagradas Escrituras: “Y estas palabras que yo te mando hoy estarán sobre tu
corazón y las repetirás a tus hijos” (Deuteronomio 6: 6-9; 11: 18-20). De Jesús
sabemos que fue educado por sus padres en el hogar, no
de parte de los rabinos de la sinagoga de Nazaret. “Su madre fue su primer
maestro humano. De los labios de ella, y de los escritos de los profetas,
aprendió las cosas del cielo” (White, 1993, p. 310). Así,
Jesús “crecía y se fortalecía; progresaba en sabiduría, y la gracia de Dios lo
acompañaba” (Lucas 2: 40; cf. 2: 52).
Su hogar no era rico, pero sin duda poseía una copia completa de las
Escrituras Hebreas en pergaminos o en papiros. A partir de los tres años, en
que comenzaba la educación hogareña de los niños judíos, o por lo menos desde
los cinco, en que comenzaba la educación de la Torah, sus padres le instruyeron
en las verdades eternas de las Sagradas Escrituras (cf. Wight,
1997, p. 127). Y de Timoteo,
discípulo del gran apóstol Pablo, se dice que era un joven de buen testimonio que
había sido instruido desde la niñez en los principios de la Palabra de Dios por
su madre Eunice y por su abuela Loida. Ambas mujeres piadosas hicieron eco del
mandato divino y alejaron a Timoteo de los placeres terrenales de su tiempo.
Aunque su padre era griego, es decir, un pagano, la paciente, pero decidida
instrucción bíblica de su madre y su abuela tuvieron mayor influencia en su
vida, de tal manera que fue llamado por Pablo al ministerio evangélico (Hechos
16: 1-3; 1 Timoteo 1: 12; 2 Timoteo 1: 5; 3: 14-15).
Es
importante considerar que, aunque los padres no estén directamente involucrados,
el carácter moral de sus hijos estará constantemente siendo modelado y
desarrollado para bien o para mal. Por lo tanto, la presencia paternal continua
en su formación tendrá gran significado. En los hogares modernos en los cuales
tanto madres como padres están mucho tiempo ausentes no es de extrañarse que el
modelado del carácter moral de muchos niños no esté siendo realizado de la
manera idónea. Es más, muchos agentes externos como la publicidad, la
televisión y las entretenciones propios de nuestros tiempos, podrían más bien
estar deformando la moralidad de muchos niños y niñas.
Enseñándoles
a orar en forma personal, a leer y estudiar la Biblia por su propia cuenta, a
escuchar atentamente las enseñanzas sobre Dios y a tener conciencia de la
presencia de Cristo en sus vidas, se dan pasos agigantados en su formación
moral y espiritual. Dios en el corazón de los niños y un continuo espíritu de
oración (principalmente, la oración intercesora) aleja el egoísmo y la envidia
y promueve un corazón generoso, altruista y empático. Nace en su corazón el
deseo de hacer lo bueno y aborrecer lo malo. También el respeto, la
responsabilidad y la perseverancia se desarrollan notablemente. “Con el
ambiente adecuado, todos los niños pueden aumentar su inteligencia moral.
Nuestra tarea como padres es ayudar a nuestros hijos a ser inteligentes en lo
que tiene que ver con entender y hacer lo correcto, lo bueno, lo que es
aceptable para Dios y para la sociedad” (Kuzma, 2008, p. 504).
¿Cuándo se debe comenzar la educación moral
de los hijos e hijas?
Cuanto
antes, mejor. Tenemos pocos años para influenciar sobre los hijos. Cuanto más
temprano comiencen los padres a inculcar valores positivos en ellos y cuánto
más temprano se corrijan las conductas inapropiadas o negativas, más fáciles
serán ambas tareas. Las Escrituras son claras en este respecto: “Desde la niñez
has sabido las Sagradas Escrituras las cuales te pueden hacer sabio” (2 Timoteo
3: 15). “Instruye al niño en su camino y aún cuando fuere viejo no se apartará
de él” (Proverbios 20: 6). Por otro lado, se exhorta a los padres a repetir las
enseñanzas del Señor a los hijos en casa, en el camino, al acostarse y al
levantarse, en todo tiempo (Deuteronomio 6: 6-9; 11: 18-20). El consenso es que
debe ser antes de los siete años. A propósito de lo mismo, se ha escrito:
“La educación comienza cuando el niño está
en los brazos de su madre. Mientras la madre moldea el carácter de sus hijos,
los está educando […] La obra de educación y formación debería comenzar en la
primera infancia del niño, pues entonces la mente es más impresionable, y las
lecciones impartidas se recuerdan mejor” (White, 2008, p. 19).
“Los primeros tres años son el tiempo cuando
se dobla la diminuta rama. Las madres deberían entender la importancia que
existe en ese período. Entonces es cuando se establece el fundamento” (White, 2008, p.
102).
“Las lecciones que aprende el niño en los
primeros siete años de vida tienen más que ver con la formación de su carácter
que todo lo que aprende en los años futuros” (White, 2008, p. 102).
“La influencia
que se ejerce sobre un niño en sus más tiernos años imprime una tendencia a su
carácter y modela su destino” (White, 2008, p.
105).
“Las actitudes que el niño aprende durante los
primeros cinco a siete años serán permanentes. Cuando las oportunidades
proporcionadas por esos años son desperdiciadas, se pierden para siempre” (Van
Pelt, 1996, p. 132).
“Los primeros
siete años de la vida de un niño proveen una ventana de oportunidades para la
formación de los valores” (Kuzma, 2008, p. 555).
“Los primeros
siete años de vida del ser humano son cruciales… La enseñanza que se les
proporcione durante sus primeros siete años, guiarán al niño a través de su
vida para poderlo dotar de una base firme en valores, en amor a sus padres,
familia y amigos, y es ahí cuando se debe fomentar el respeto y los principios
morales para obtener una acción futura correcta y sana" (Unidad de Comunicación Social, 2012).
¿Cuál debería
ser el libro fundamental en la formación moral de los hijos e hijas?
“Todos tus hijos serán enseñados por Jehová y se multiplicará la paz
de tus hijos” (Isaías 54: 13). Jesús también lo afirmó: “Y serán todos enseñados de Dios. Así que, todo aquel que oyó
al Padre, y aprendió de él, viene a mí” (Juan 6:45). Dios es la
fuente de valores morales para todo ser humano. Su voluntad está expresada en las Sagradas Escrituras y allí se
encuentra el sustento adecuado para la educación moral de niños y niñas: “Porque
su Dios le instruye y le enseña lo recto” (Isaías 28: 26); “Él enseñará a los
pecadores su camino… y enseñará a los mansos su carrera” (Salmos 25: 8, 9); “Te
haré entender y te enseñaré el camino en que debes andar” (Salmos 32: 8). El
salmista David preguntó: “¿Con qué limpiará el joven su camino?” Y él mismo
respondió: “Con guardar tu Palabra… En mi corazón he guardado tus dichos para
no pecar contra ti” (Salmos 119: 9, 11). El apóstol Pablo afirma que “toda la
Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para
corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea
perfecto y enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3: 16, 17).
Jesucristo
enseñó que aquel que oye su Palabra y la pone en práctica es semejante a un
hombre prudente que al construir su casa cavó hondo y puso el fundamento sobre
la roca. La lluvia, el torrente y los vientos dieron contra aquella casa, pero
no cayó porque estaba fundada sobre roca. Contrario a eso, a quien oye y no
practica le hizo semejante a un hombre insensato que edificó sobre arena, sin fundamento.
La lluvia, el torrente y los vientos la arrasaron y la ruina fue grande (Mateo
7: 24-29; Lucas 6: 46-49). Los hijos necesitan comprender desde sus más tiernos
años que sólo cimentados en la firme roca de la Palabra de Dios se puede estar de
pie frente a la tentación y la adversidad. El salmista asegura:
“Bienaventurado el varón que no anduvo en
consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de
escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley de Jehová está su delicia, y
en su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes
de aguas, que da su fruto a su tiempo, y su hoja no cae, y todo lo que hace,
prosperará” (Salmos 1: 1-3; cf.
Jeremías 17: 7, 8).
Un buen
ejercicio familiar para enseñar valores morales a los hijos basados en las
Escrituras es tener momentos fijos durante el día, en la mañana, en la tarde o
en ambas, si el tiempo o las ocupaciones lo permiten, a través del culto
familiar u otras instancias de reflexión. Una simple oración de los padres con
y por sus hijos puede dejar una marca espiritual indeleble en sus mentes. La
amonestación de Dios era que al acostarse y al levantarse sus enseñanzas fueran
dadas a los hijos por los padres (Deuteronomio 6: 6-9; 11: 18-20). Según
algunos estudios, “aquellos hijos que han crecido con cultos diarios con sus
padres están interesados en seguir los valores religiosos de sus padres y
muestran mayor resistencia a tentaciones tales como las drogas y el abuso del
alcohol” (Kuzma, 2008, p. 540).
También se afirma que “las lecciones de la Biblia tiene influencia moral y
religiosa en el carácter, cuando se las pone por obra en la vida práctica” (White, 2008, p.
26).
¿Qué papel se le debe asignar al referente
paterno y materno en la formación moral de hijos e hijas?
“Yo sé que
[Abraham] mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino
de Jehová” (Génesis 18: 19). Durante la primera infancia, nadie ejercerá mayor influencia
en la dirección de la vida moral en las frágiles, pero receptivas mentes de los
niños y niñas, que el buen ejemplo de sus padres y madres o, en su ausencia, de
cualquier adulto significativo.
Se dice
que los patos buscan un referente a seguir apenas rompen el cascarón. Cualquier
cosa que llame su atención y que esté en movimiento será para el recién salido
del huevo su principal foco de interés y le seguirá. También los hijos. Su
principal modelo serán sus padres, pues son quienes están allí desde el momento
de su nacimiento, y aún desde antes. La influencia paterna y materna será un
sabor de vida para vida o de muerte para muerte que afectará sus creencias y
actitudes, valores y acciones. Todo lo que se quiera grabar en sus mentes
debería estar muy internalizado primero en la propia vida y experiencia paterna.
Para esto es necesario estar en una estrecha comunión con el Padre celestial,
pues de él recibimos la sabiduría y la fortaleza necesaria para criar, guiar e
instruir a los pequeños. Según la amonestación del Señor las palabras enseñadas
a los hijos e hijas deberían estar grabadas primero en el corazón de los padres
(cf. Deuteronomio 6: 6; 11: 18)
Jesucristo
afirmó de su actuar que se debería seguir su ejemplo y Pablo exhorta a la
iglesia a ser imitadores de él, tal como él lo fue de Cristo (Juan 13: 15; 1
Corintios 4: 16; 11: 1; Efesios 5: 1; Filipenses 3: 17). Así también los padres,
no deberían pedir o exigir nada de sus hijos que no estén dispuestos a poner en
práctica o que estén llevando a la práctica en su propia experiencia como hijos
de Dios. El ejemplo paterno puede hacer mucho en la creación de hábitos y de
costumbres y en la formación moral de hijos e hijas. Una buena pregunta a formular
en este respecto es: “En mi lugar, ¿qué haría Jesús?” La respuesta a esta
pregunta liberará de malos ratos, desgracias e infortunios.
Se dice de
Jesús que “en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y
se levantó a leer” (Lucas 4: 16). Sin ninguna duda, aquella buena costumbre de
adorar a Dios en su día sagrado fue inculcada por sus padres, quienes también,
de acuerdo a su costumbre, iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la
Pascua y llevaron a Jesús a dicha fiesta apenas cumplió los doce años, pues así
lo decía la tradición de los rabinos (Lucas 2: 41, 42).
Pero,
¡cuidado! El carácter moral se evidencia en la crisis, cuando la adversidad
toca a la puerta, en el peor momento. Por lo mismo, “la forma en que manejas la
crisis, cómo reaccionas a lo inesperado, el espíritu con que satisfaces las
necesidades de tus hijos y los cuidas cuando han hecho un lío o han destruido
inocentemente algo valioso, eso es lo que determina tu verdadero carácter” (Kuzma, 2008, p.
509). Ser ejemplos en la formación
del carácter de los hijos desafía a formar el propio carácter también.
Conseguir un carácter moral consistente que ejerza una influencia positiva en los
hijos es una tarea en la que se debería embarcar todo padre cada día. La propia
naturaleza moral paterna debe ser moldeada a la semejanza divina. El carácter
de Cristo debe ser impreso en el corazón de cada padre y madre y de todo aquel
que se empeñe en la tarea de formar el carácter moral de un niño. Padres,
madres, maestros y tutores tienen el mismo desafío por delante.
Conclusiones
El Señor
prometió que la obediencia a sus preceptos y enseñanzas, el amor a Dios y el
andar en todos sus caminos, darían como resultado que los padres y sus descendientes
“prolongarán su vida sobre la tierra que el Señor juró” (Deuteronomio 11: 21).
El quinto mandamiento de la Ley de Dios asegura que los días serán alargados
para aquellos que obedezcan a Dios honrando a su padre y a su madre (Éxodo 20:
12; Deuteronomio 5: 16; Efesios 6: 1-3). En otras palabras, se promete un
augurioso porvenir para quieres estén dispuestos a conformar sus vidas con el
ideal divino del carácter moral trazado en la Palabra de Dios. Un niño y una
niña que desde su más tierna infancia recibe de sus padres o tutores las
preciosas enseñanzas de las Escrituras en el sano y espontáneo ambiente del
hogar, por precepto y por ejemplo, por prescripción y por acción, estará
formando un carácter moral tal que su aroma será percibido a una larga
distancia y cuya influencia se prolongue en el tiempo. Y por otro lado, padres
y madres que asuman su compromiso de cumplir este ideal en sus hijos estarán
dando una señal clara de amor y entrega por ellos. Las verdades, valores y
principios eternos de la Palabra de Dios impresos en el corazón de padres e
hijos serán un sabor de vida para vida, cuyo fruto podrá ser degustado aquí y
en la eternidad.
Referencias
Asociación General de los
Adventistas del Séptimo Día. Departamento de Educación (2001). Declaración sobre la Filosofía Adventista de
la Educación. Disponible en http://circle.adventist.org/download/PhilStat03_Sp.pdf
Aviña Zepeda, J. (2007). Familia y educación. En Bien común, 147 (5), 32-37. Disponible en http://www.fundacionpreciado.org.mx/biencomun/bc149/fam%20y%20educ.
pdf
Caballeros de Colón (2012).
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el 22 de julio de 2012 desde http://www.fathersforgood.org/ffg/es/fathers_essential/index.html
Estadísticas
escalofriantes, s/f.
Recuperado el 22 de julio de 2012 desde http://www.reocities.com/apinpach/estudios/estadescal.htm
Kuzma,
K. (2008). Lo que deberías saber acerca
de los primeros 7 años. Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana.
Nancy Van Pelt
(1996). Filhos. Educando com sucesso. Brasilia: Casa Publicadora Brasileira.
Pérez, O. (2012). El impacto determinante de la ausencia paterna. Recuperado el 23 de
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Unidad de Comunicación Social (2012). Los
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White, E. G. de
(2008). La conducción del niño.
Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana.
White, E. G. de (1993). El Ministerio de Curación. Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana.
Wight, F. H. (1997). Usos
y costumbres de las tierras bíblicas.
Grand Rapids, Michigan: Editorial Portavoz.
5 comentarios:
creo que este Tema es muy importante hoy en dia ... ya que principalmente desde mi punto de vista la moral y los valores se han perdido dentro de algunos hogares , ya que hay casos en que los hijos hasta llegan a golpear a los padres por unos simples castigos o cosas similares ... creo que el mejor manual para llevar una vida feliz y sin problemas como el nombrado anteriormente es buscando ayuda en la biblia e invitando a jesus a qe este en nuestros corazones .
Daniella Godoy Aracena
3 Medio A
Luego de leer este muy provechoso ensayo, puedo decir que captó en gran parte mi interés, porque si viene cierto el colegio es una gran influencia en el aprendizaje del menor; el instruir al niño en el hogar, principalmente por sus padres es un deber de cada familia, para que este niño alcance una buena formación moral, y en todos los sentidos.
También es importante dar a relucir cuan grande es la enseñanza que nos dejó Dios. El nos dio un manual de vida, convirtiendo a María en la madre de Jesús, para que ésta lo instruyera en su vida para con Dios.
“Su madre fue su primer maestro humano. De los labios de ella, y de los escritos de los profetas, aprendió las cosas del cielo”
Por otra parte...así, Jesús “crecía y se fortalecía; progresaba en sabiduría, y la gracia de Dios lo acompañaba”. Esta frase es muy significativa, ya que como sale anteriormente no sólo el padre debe aprender a instruir al niño en el comportamiento o deberes, con su instuicion de Padres, si no también conforme a las escrituras basadas y entregadas por Dios, en la cual gracias a su infinita gracia y amor, nos da Sabiduría para entenderla y llevarla a cabo. Porque así Dios será respaldando cualquier enseñanza y buena conducta.
Finalmente puedo decir que antes de todas las enseñanzas que nuestros padres puedan darnos desde pequeños, es fundamental que ellos mismos puedan dar buenos ejemplos primeramente con sus actitudes y formas ser, para que seamos capaces de enriquecernos de esas buenas cosas que ellos mismos nos enseñan.
Termino con este texto bíblico que me gustó mucho.
“Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto a su tiempo, y su hoja no cae, y todo lo que hace, prosperará” (Salmos 1: 1-3; cf. Jeremías 17: 7, 8).
"Las buenas obras, traen muchas bendiciones."
Yeraldie González 3MB
Los valores que nos enseñan nuestros padres de los primeros días que vemos la luz son los elementos más importantes para llevar nuestra vida al éxito. Sin ellos no llegaríamos tan lejos como quisiéramos, por lo tanto, ante todo estos deben ser recordados diariamente sin ninguna excusa.
Ba! Elena Godoy 4ºA
Ana Sol Diaz 4 medio B
El culto familiar, creo que es esencial para acercarnos a Dios y fortalecer el núcleo de la sociedad que es la familia. Claramente es un medio de protección para miembros, que afianzará los valores, tan olvidados en la sociedad que vemos. Es un momento de adoración especial, idealmente realizarlo en la mañana y en la tarde. Debe ser lógicamente usando la Biblia de manera atractiva, todos los integrantes deben tener participación, deben ser breves e interesante. Cada familia debería levantar un altar de oración, comprendiendo que el temor de Jehová es el principio de sabiduría. Si siguiéramos este consejo con ayuda de Dios no estaríamos como estamos, ni como familia ni menos como sociedad.
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