RELACIÓN ENTRE ORDEN (ordo) Y ALMA (anima) HUMANA
EN SAN AGUSTÍN
INTRODUCCIÓN
“Un tema latente en todo el pensamiento
agustiniano es el del orden que reina en todo el universo”[1].
Para San Agustín, el fundamento profundo de este orden (ordo) es la unidad de Dios, de donde se deriva toda la
multiplicidad y variedad de los seres. Para el Santo, existe orden aún en la
sucesión de los acontecimientos históricos, equivalente a un bello poema
dirigido por la divina providencia. Dios ha dispuesto “de esta manera el orden admirable del
Universo, como un hermoso poema, con sus antítesis y contraposiciones”[2]. Las discrepancias en
casos particulares aquí no interesan, pues aún pueden contribuir a la armonía
del conjunto. Así, “todos los reyes y reinos están dispuestos y ordenados por
el decreto y potestad del verdadero Dios”[3].
El
presente trabajo busca, con ayuda de los escritos agustinos, enlazar el
concepto de orden (ordo) con el de
alma (anima) humana según se aprecia
en las principales obras del obispo de África. En forma especial se indagará en
dos diálogos del anciano, compilados en El
Orden (De Ordine)[4], y en La Ciudad de Dios (De civitate
Dei). También se citarán otros autores cuyo aporte al tema me han parecido
apreciables.
El
trabajo cuenta de tres partes: (1) Me referiré al concepto de orden en el
pensamiento agustiniano, para luego (2) remitirme a la relación entre orden y paz,
tan anhelada en los días del Doctor y en nuestros días. En tercer lugar, (3) mencionaré
la relación existente entre el ordo y
el anima humana, objetivo principal
de esta monografía. Finalmente, a manera de conclusión, presentaré algunas
reflexiones sobre lo anterior.
I. EL
ORDEN (ordo) EN EL PENSAMIENTO
AGUSTINIANO
En el obispo, orden significa que cada cosa ocupe
el lugar que le corresponde en el conjunto de los seres. “El orden no es otra
cosa que una disposición de cosas iguales y desiguales, que da a cada una su
propio lugar”[5]. Este
lugar y este orden han sido asignados por Dios. “El orden es por el que se
hacen todas las cosas que Dios ha establecido”[6].
Dios es el sumo Creador, “ordenador que administra y gobierna la paz del
universo”[7]
y fuente de todo orden: “De la providencia universal de Dios… procede toda
regla, toda forma y todo orden”[8].
Como se ha comentado, “el ordo es pues un principio jerárquico y distributivo escrito en la mismísima estructura de la
creación”[9].
El obispo de Hipona enfatiza que nada se hace
fuera del orden divino: “Defenderé con tesón el orden de las cosas, sosteniendo
que nada se realiza fuera de él”[10].
Al respecto, San Agustín pregunta: “¿Quién es tan ciego que vacile en atribuir
al divino poder y disposición el orden racional de los movimientos de los
cuerpos, tan fuera del alcance y posibilidad de la voluntad humana? […] ¿Quién
negará, oh, Dios grande, que todo lo administras con orden?… ¿Dé dónde, sino
del mismo orden universal, manan y brotan [nuestras acciones]?”[11].
Según el obispo, Dios mismo es movido y se halla
sometido a cierto orden[12].
El orden divino modera y refrena todo. En la mente del Santo, la moderación es
el “padre del orden”[13].
Al no haber nada fuera del orden, pues “todo lo ocupa y reina por doquier”, aún
el error pertenece al orden, dado que no se puede pensar que hay nada contrario
al orden. Nadie yerra sin causa, porque la serie de las causas pertenecen al
orden y “el error no sólo tiene causas que lo producen, sino efectos que le
siguen. Por consecuencia, no puede ser contrario al orden lo que no está fuera
de él”[14],
concluye el obispo. En este mismo respecto la justicia divina, la retribución
hacia justos e injustos, también pertenece al orden y no escapa a él: “Todos
afirmamos que Dios es justo. Luego todo se halla encerrado dentro del orden”.[15]
En el concepto de orden basa San Agustín su idea acerca
de la belleza, haciéndola coincidir con el número, la armonía y la proporción.
Citando a E. de Bruyne, Guillermo Fraile en su Historia de la Filosofía, afirma que la estética de San Agustín
deriva “del placer auditivo del ritmo musical o métrico”[16].
En su obra La Música, el Santo
plantea que la belleza consiste en la aequalitas
numerosa. Todo es absolutamente número e igual a él. En la misma obra, se argumenta
que el número comienza con el Uno, el cual es bello por la igualdad y la
similitud, y todo se coordina por el orden.[17]
En otro lugar, San Agustín afirma: “Lo mismo al analizar que al sintetizar,
busco la unidad, amo la unidad; mas cuando analizo, la busco purificada; cuando
sintetizo, la quiero íntegra. En aquella, se prescinde de todo elemento
extraño; en ésta, se recoge todo lo que le es propio para lograr una unidad
perfecta y total”[18].
La armonía y la proporción se presentan en forma
plena en la Santísima Trinidad, que es la cumbre del ser, del orden y de la
perfección. En el Padre se da la Unidad; en el Hijo, la Igualdad, y en el
Espíritu Santo, la Armonía entre el Padre y el Hijo, entre la Unidad y la
Igualdad. De igual manera, la belleza de todo lo demás que conforma el universo
es resultado del número y de la proporción. Nadie puede intentar conocer todos
los problemas sin aspirar al conocimiento de la “potencia de los números” y
ahondar en el conocimiento de la “unidad numérica y de su valor”[19].
“De aquí pasando a los dominios
de los ojos y recorriendo cielos y tierra, advirtió que nada le placía, sino la
hermosura, y en la hermosura las figuras, y en las figuras las dimensiones, y
en las dimensiones los números”[20].
Citando La Música, Fraile concluye el
pensamiento agustiniano respecto a la estética afirmando que por esta razón
“toda criatura aspira a la unidad, esforzándose por ser igual a sí misma y por
mantener su propio orden y el lugar que le corresponde en el orden universal”[21].
II.
ORDEN, LEY Y PAZ
Como ha sido mencionado, para San Agustín todo
debe estar sujeto a un orden perfecto. La luz natural que le permite al hombre conocer
es similar a la conciencia moral. “La
ley eterna divina, a la que todo está
sometido, ilumina nuestra inteligencia, y sus imperativos constituyen la ley natural”[22]. Sin embargo, conocer la
ley no basta. También se la debe querer. Es el amor, el amor bueno (caritas), el que en definitiva mueve al
alma, como principio sustentable, a desear el bien, obedecer la ley, y, por
medio del buen ejercicio de la voluntad, mantener el orden establecido. Es el
amor de Dios por sus criaturas y el de las criaturas por otras criaturas. Para
el obispo de Hipona ordo est amoris.[23]
El hombre, como ser racional, no sólo en lo
individual, sino también en sociedad, en la ciudad, la civitas, puede, a través del cumplimiento de las leyes, dar sentido
al orden universal. “La ciudad no es una agrupación como la de los animales,
sino una multitud racional reunida en sociedad por leyes”[24] y dirigidos hacia un fin
común[25]. El Santo agrega: “El
pueblo es un conjunto de ciudadanos para los cuales es peligrosa la disensión”[26]. Por cuanto implica la
posesión y el uso de la razón, “la reunión humana es mucho más perfecta”[27]. La propia naturaleza
social del hombre supone un orden formal al que debe adecuarse. Las leyes
regulan el modo en que los hombres se reúnen en la civitas, vinculándose el ser social del hombre. Por lo tanto, no
hay ni puede haber una sociedad carente de leyes, pues la existencia de la
ciudad supone un orden. “Las leyes son el elemento que permite darle unidad,
forma, orden y sentido de coherencia a la sociedad. Por ello, la civitas agustiniana comprende desde un
principio una serie de elementos que en justo y proporcionado orden resultan
necesarios para la armoniosa composición de la sociedad”[28]. Esto implica que tampoco
puede haber una civitas, un todo
ordenado, sin la existencia de una autoridad[29]. Dios, sin ninguna duda,
tiene su lugar en este orden, según lo aprecia San Agustín: “Él tiene lugar
necesario en las leyes y está incorporado al orden con que se debe regir una
sociedad bien gobernada”[30].
El orden y las leyes divinas y humanas
tienen por único objeto el bien de la paz, es decir, la ordenada concordia, “aquella paz ordenada con que los hombres están
subordinados unos a otros”[31]. Esta es paz universal. Cuando
cada criatura, dentro de la red universal, lleva a cabo la función adecuada,
entonces hay paz, la “tranquilidad del orden”[32], esa “grande y singular
merced”[33], como lo expresa el Santo.
“Un ordo perfecto y total para San
Agustín radicaba en un conglomerado de órdenes sustentadores”[34]. Orden para San Agustín es perfección.
Es de destacar que para el obispo de Hipona,
la paz resultante del orden entre todas las cosas corresponde al concepto de justicia cósmica de los filósofos
griegos[35]:
“La paz del cuerpo
es la ordenada disposición y templanza de las partes. La paz del alma
irracional, la ordenada quietud de sus apetitos. La paz del alma racional, la
ordenada conformidad y concordia de la parte intelectual y activa. La paz del
cuerpo y del alma, la vida metódica y la salud del viviente. La paz del hombre
mortal y de Dios inmortal, la concorde obediencia en la fe, bajo de la ley
eterna. La paz de los hombres, la ordenada concordia. La paz de la casa, la
conforme uniformidad que tienen en mandar obedecer los que viven juntos. La paz
de la ciudad, la ordenada concordia que tienen los ciudadanos y vecinos en
ordenar y obedecer. La paz de la ciudad celestial es la ordenadísima
conformísima sociedad establecida para gozar de Dios, y unos de otros en Dios.
La paz de todas las cosas, la tranquilidad del orden”[36].
Siguiendo el tema de la civitas, el Santo indica que la casa del hombre (individuo) debe
ser una parte de la ciudad (sociedad), así “la paz de la casa se refiere a la
paz de la ciudad; esto es, que la ordenada concordia entre sí de los
cohabitantes en el mandar y obedecer se debe referir a la ordenada concordia
entre sí de los ciudadanos en el mandar y obedecer. De esta manera el padre de
familia ha de tomar de la ley de la ciudad la regla para gobernar su casa, de
forma que la acomode a la paz y tranquilidad de la ciudad”[37]. De aquí que la “paz
doméstica” dependa del respeto y la ordenada concordia entre quienes deben
mandar y quienes deben obedecer.[38]
Siguiendo el pensamiento político de San
Agustín, se ha concluido que en la medida en que una sociedad promoviera la
paz, ésta sería una sociedad buena. Si manifestara orden y concordia entre sus
miembros, sería una sociedad incluso mejor. En la medida que promoviera la
“vida cristiana”, evitando un conflicto de lealtades entre las obligaciones
espirituales y las políticas, dicha sociedad cumpliría su papel dentro del
orden universal.[39]
En su apología suprema[40], La Ciudad de Dios, la cual venimos comentando, San Agustín
confronta la ciudad terrena con la celestial, siendo esta última a la cual
debería esforzarse por pertenecer el ser humano. Allí el “sumo bien”, el summum bonum, es la “paz eterna y
perfecta”[41].
Mirando al futuro escatológico del pueblo de Dios, el obispo afirma que “si los
santos han de vivir en paz con Dios, sin duda vivirán en aquella paz que excede
todo entendimiento”[42]. El Santo de Hipona
agrega: “La paz, que es la propia de nosotros, no sólo la disfrutaremos en esta
vida con Dios por la fe, sino que eternamente la tendremos en él, y la
gozaremos, no ya por la fe, ni por visión, sino claramente”[43]. En la mente de San
Agustín se trata de “una paz que ningún adversario será capaz de turbar”[44].
En el pensamiento agustiniano, es por intermedio
del Verbo, Jesús, el Hijo de Dios, quien debe brotar y morar al interior del
hombre, que se puede llegar a tener algún día un “orden social justo” capaz de
garantizar la paz, la convivencia humana y el desarrollo individual y social,
como un todo.[45]
III.
EL ALMA Y EL ORDEN
La paz alcanzada
por el ciudadano en su cuerpo, en la Ciudad de Dios, redundará en la paz del
alma, pues la paz del alma racional es imposible sin la paz del cuerpo. Ambas
contribuyen a la paz de la vida ordenada. La paz del alma racional consiste en
alcanzar una “ordenada armonía o conformidad entre el conocimiento y la acción”[46].
“El orden es el que, guardándolo, nos lleva a Dios; y si no lo guardamos en la
vida, no lograremos elevarnos hasta Él”[47].
En otras palabras, el orden es una vía de unión con Dios. Es el orden interior,
del alma, al que todos deben aspirar y conocer. San Agustín pregunta: “¿No os
parece que pertenece a un elevado orden aprender y conocer el origen del alma,
su destino en este mundo, su diferencia de Dios?” A la tal, el Santo responde,
argumentando que un alma ordenada, que vive de acuerdo a las leyes de la civitas, procurará en todo “estar con
Dios, con quien permanece inmutablemente unida”[48],
sólo entonces, “cuando el alma se arreglare y embellecida a sí misma,
haciéndose armónica y bella, osará contemplar a Dios, fuente de todo lo
verdadero y Padre de la misma verdad”[49],
fuente de todo orden y armonía.
Para alcanzar
este ideal, es necesario entender que “en el mundo ideal, toda parte, lo mismo
que el todo, resplandece de hermosura y perfección”[50]
y dedicarse enteramente y con entusiasmo a una “vida virtuosa” y rogar no por
bienes materiales, sino por bienes que nos mejoren y hagan dichosos, más
completos, ordenados, según el orden de Dios.[51]
En definitiva,
la paz del cuerpo redunda en la paz del alma; la paz del alma, en la paz del
individuo; la paz del individuo, en la paz de la civitas y la paz de la civitas
(de la comunidad / ciudad), contribuye a la paz universal y, mediante ella,
al orden universal, cuya fuente y fin es Dios.
El resultado del
orden celestial en el alma (anima)
humana es la paz de Dios habitando en el corazón del creyente, en su alma (anima), en el asiento de su conciencia y
sus decisiones morales, de aquel que, haciendo libre uso de su voluntad, ha
decidido vivir en la Ciudad de Dios (civitas
Dei), símbolo del orden (ordo)
perfecto, que la ama (caritas / amoris) y desea permanecer en ella.
Siendo fiel a su herencia judeo-cristiana y a su
continua devoción por las Sagradas Escrituras, San Agustín hace eco en todo su
discursar de las palabras del apóstol Pablo cuando dice que “justificados,
pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor
Jesucristo”[52]. ¿No
es acaso la justicia un estado de plena armonía del alma con Dios? ¿No es la
armonía con Dios otra cosa que armonía con los requerimientos de su ley? ¿La
armonía hacia la ley no es acaso producto de amarla, de desear cumplirla? ¿No le
trae paz al alma el estado de armonía y concordia de ésta con la Divinidad? ¿No
es la paz de la civitas, como
comunidad, producida por la paz de los individuos? ¿No es Jesucristo el mediador
de todo actuar humano?[53]
Ya lo había escrito Cicerón, cuyos diálogos también inspiraron al anciano
afrorromano: “Diríamos que lo que para los músicos es la armonía en el canto,
eso es para la ciudad la concordia… Y, sin justicia, de ningún modo puede existir
la concordia”[54].
Mucho antes que éste lo había referido Isaías, el profeta evangélico, cuando
predice: “El efecto de la justicia será paz; y la labor de la justicia, reposo
y seguridad para siempre. Y mi pueblo habitará en morada de paz, habitaciones
seguras, y en recreos de reposo”[55].
También sobre el mismo hecho, el rey David, en pleno apogeo de su reinado había
reflexionado: “Mucha paz tienen los que aman tu ley”[56].
CONCLUSIONES
Algunos han manifestado con relación al tema expuesto y el
pensamiento político que San Agustín aspira, en último término, a la disolución
de lo político, pues lo político es resultado de nuestra condición pecaminosa. “El
orden perfecto es un orden apolítico, carente de coerción y autoridad humana.
En la medida en la que este orden no se alcance, sin embargo, tenemos una
obligación ineludible de participar de lo político, en el sentido de intentar
asegurar el peregrinaje de la ciudad de Dios hacia la paz eterna”[57].
Mientras peregrinamos en esta vida como extranjeros, la ciudad
celestial se sirve también de la paz terrena y protege, e incluso desea el
entendimiento de las voluntades humanas en el campo de las realidades temporales
de esta vida. Ella, la civitas,
ordena la paz terrena a la celestial, la única paz que al menos para el ser
racional debe ser reconocida como tal y merecer tal nombre, es decir, la
convivencia que en perfecto orden y armonía goza de Dios y de la mutua compañía
en Dios. Cuando haya llegado a su destino ya no vivirá una vida mortal, sino
absoluta y ciertamente vital. Su cuerpo no será ya un cuerpo animal, que por
sufrir corrupción es carga del alma, sino un cuerpo espiritual, libre de toda
necesidad, subordinado por completo a la voluntad. En su caminar tiene ya esta
paz, y guiada por la fe vive la justicia cuando todas sus acciones para con
Dios y el prójimo las ordena al logro de aquella paz, ya que la vida del
ciudadano es vida ciudadana, vida política, y ésta es, por supuesto, una vida
social.[58]
REFERENCIAS
BIBLIOGRÁFICAS
CHAPSAL, Mauricio. Punto de partida para entender la civitas según el pensamiento de San Agustín de
Hipona. Universidad Adolfo Ibáñez, Apuntes de la Clase El hombre en San
Agustín, noviembre de 2008.
CHUAQUI, Tomás A., La Ciudad de Dios de Agustín de Hipona:
Selección de textos políticos, en Estudios Públicos, 99 (invierno 2005) (en
línea). Disponible en www.estudiospublicos.com/chuaqui_ciudad_de_dios.html
FRAILE, Guillermo. Historia de la Filosofía. 4ª edición.
Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1986.
GIANNINI, Humberto. Breve Historia de la Filosofía. 14ª edición.
Santiago de Chile: Editorial Universitaria, 1995.
LAUBACH MOROS, Donna. Aspectos del pensamiento político de San Agustín en el contexto de la
crisis del imperio. En Seminario Evangélico Unido de Teología, Madrid, 2006
(en línea). Disponible en http://www.centroseut.org/articulos/
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MARIAS, Julián. Historia de la Filosofía. 32ª edición.
Madrid: Biblioteca de la Revista de Occidente, 1980.
SAN AGUSTÍN,
El Orden (en línea). Disponible en http://www.iglesia reformada.com/index.html
____________,
La Ciudad de Dios (en línea). Disponible
en http://www.libros clasicos.org
SANTA BIBLIA. Versión
Reina – Valera Revisión 1960. Bogotá: Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.
[1] FRAILE, Guillermo. Historia de la Filosofía. 4ª edición.
Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1986, p. 225.
[2] SAN AGUSTÍN, La Ciudad de Dios, XI, 18; cf. FRAILE, op. cit., p. 226.
[3] SAN AGUSTÍN, op. cit., IV, 33.
[4] De
Ordine (El Orden) fue una de las
primeras obras escritas por San Agustín en un retiro en Casiciaco, cerca de
Milán, mientras se preparaba para su bautismo, en 386, año en que encuentra en
el cristianismo la verdad que ambicionaba (FRAILE, op. cit., p. 193).
[5] SAN AGUSTÍN, op. cit., XIX, 13.
[6] SAN AGUSTÍN, El Orden, I, 10, 28; II, 4, 11.
[7] SAN AGUSTÍN, La Ciudad de Dios, XIX, 12.
[8] SAN AGUSTÍN, op. cit., V, 7.
[9] LAUBACH MOROS, Donna. Aspectos del pensamiento político de San
Agustín en el contexto de la crisis del imperio. En Seminario Evangélico
Unido de Teología, Madrid, 2006, p. 5 (en línea). Disponible en http://www.centroseut.org/articulos/s2/separ050.pdf
(cursivas en el original).
[10] SAN AGUSTÍN, El Orden, I, 3, 9; II, 7, 24.
[11] SAN AGUSTÍN, op. cit., I, 1, 2; 5, 14.
[12] SAN AGUSTÍN, op. cit., I, 10, 29.
[13] SAN AGUSTÍN, op. cit., II, 19, 50.
[14] SAN AGUSTÍN, op. cit., I, 6, 15.
[15] SAN AGUSTÍN, op. cit., I, 7, 19; cf. II, 4, 12; La Ciudad de Dios, XIX, 13.
[16] FRAILE, op.
cit., p. 226.
[17] SAN AGUSTÍN, La Música, 12, 38; XII, 17, 56. Citada en FRAILE, op. cit., p. 226.
[18] SAN AGUSTÍN, El Orden, II, 18, 48.
[19] SAN AGUSTÍN, op. cit., II, 18, 47.
[20] SAN AGUSTÍN, op. cit., II, 15, 42. En op.
cit., II, 18, 47, el Santo agrega: “Se afana por esta erudición la misma
filosofía y llega a la unidad, pero de un modo mucho más elevado y divino”. Cf.
FRAILE, op. cit., p. 226.
[21] FRAILE, op.
cit., p. 226.
[22] MARIAS, Julián. Historia de la Filosofía. 32ª edición. Madrid: Biblioteca de la
Revista de Occidente, 1980, p. 114 (cursivas en el original).
[23] SAN AGUSTÍN, La Ciudad de Dios, XI, 18; XII, 2; cf. LAUBACH MOROS, op. cit., p. 106.
[24] SAN AGUSTÍN, Quaest. Evang, 2, 46. Universidad Adolfo Ibáñez, Apuntes de la
Clase El hombre en San Agustín, noviembre de 2008.
[25] SAN AGUSTÍN, La Ciudad de Dios, XIX, 24.
[26] SAN AGUSTÍN, El Orden, II, 18, 48.
[27] CHAPSAL, Mauricio. Punto de partida para entender la civitas según el pensamiento de San Agustín de Hipona. Universidad Adolfo
Ibáñez, Apuntes de la Clase El hombre en San Agustín, noviembre de 2008.
[28] CHAPSAL, op.cit.
[29] CHAPSAL, op.cit.
[30] SAN AGUSTÍN, op. cit., II, 4, 12.
[31] SAN AGUSTÍN, La Ciudad de Dios, XIX, 15.
[32] SAN AGUSTÍN, op. cit., XIX, 13.
[33] SAN AGUSTÍN, op. cit., III, 9. Agustín agrega: “Es
tan singular el bien de la paz, que aun en las cosas terrenas y mortales no
solemos oír cosa de mayor gusto, ni desear objeto más agradable, ni,
finalmente, podemos hallar cosa mejor” y “tampoco hay quien no guste de tener
paz” (SAN AGUSTÍN, op. cit., XIX, 11
y 12).
[34] LAUBACH MOROS, op. cit., p. 5.
[35] FRAILE, op. cit., p. 226.
[36] SAN AGUSTÍN, op. cit., XIX, 13.
[37] SAN AGUSTÍN, op. cit., XIX, 16.
[38] SAN AGUSTÍN, op. cit., XIX, 14.
[39] LAUBACH MOROS, op. cit., p. 6.
[40] La
Ciudad de Dios es “una apología del cristianismo y una reflexión sobre el
sentido de la historia” (GIANNINI, Humberto. Breve Historia de la Filosofía. 14ª edición. Santiago de Chile:
Editorial Universitaria, 1995, p. 115).
[41] SAN AGUSTÍN, op. cit., XIX, 20.
[42] SAN AGUSTÍN, op. cit., XIX, 27.
[43] SAN AGUSTÍN, op. cit., XXII, 29.
[44] CHUAQUI, Tomás A.,
La Ciudad de Dios de Agustín de Hipona:
Selección de textos políticos, en Estudios Públicos, 99 (invierno 2005), p.
356 (en línea). Disponible en www. estudiospublicos.com/chuaqui_ciudad_de_dios.html
[45] CHAPSAL, op. cit., p. 158.
[46] SAN AGUSTÍN, op. cit., XIX, 14.
[47] SAN AGUSTÍN, El Orden, I, 9, 27.
[48] SAN AGUSTÍN, op. cit., II, 5, 17.
[49] SAN AGUSTÍN, op. cit., II, 19, 51.
[50] SAN AGUSTÍN, op. cit., II, 19, 51.
[51] SAN AGUSTÍN, op. cit., II, 20, 52.
[52] Epístola
a los Romanos, V, 1.
[53] Dice también San Pablo: “Hay un solo Dios y
un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo”, 1ª Epístola a Timoteo, II, 5.
[54] Cicerón, Sobre
la República, 2, 42-43. Citado en CHUAQUI, op. cit., p. 294.
[55] Libro
del Profeta Isaías, XXXII, 17-18.
[56] Libro
de los Salmos, CXIX, 165.
[57] CHUAQUI, op. cit., p. 286.
[58] Al respecto léase La Ciudad de Dios, XIX, 17. Cf. CHUAQUI, op. cit., p. 369.
12 comentarios:
III. EL ALMA Y EL ORDEN
Encuentro que tiene razon, si uno esta con Dios ( estar en el sentido de tenerlo en el corazon) , Dios obrara en ti , por eso hay paz y arminonia en ti, ya que con Dios solo podras estar bien y tener armonia. Dios nos da paz y orden. El orden interior, del alma, que todos deben aspirar y conocer. por eso San Agustín da eco a las palbras del apostol pablo que dice : “justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”
Ximena zambrano ( 4-Am)
Para empezar Dios es quien nos da el libre albedrío para nosotros elegir nuestros actos.El es fuente de sabiduría y orden,y entre sus leyes están los mandamientos,quienes los siguen son los que realmente creen en Él;en cambio las personas terrenales siempre tratarán de indagar hasta en lo que no se ve,por esta razón relacionan mucho sus actos con diferentes fuentes,para hallar el “Orden perfecto”aquí en la tierra,como bien decía “La propia naturaleza social del hombre supone un orden formal al que debe adecuarse”,eso es lo que busca realmente el hombre,algo con que estar conforme y cómodo.
Dios es un Dios de amor,y también nos manda a amar hasta a quienes nos ofenden,y el es quién nos brinda la “sabiduría pura pacífica, bondadosa, dócil, llena de compasión y de buenos frutos, imparcial y sincera”y como dice en Juan 14:27
“La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.” , puesto que la paz de Dios es una que es simplemente/maravillosamente perfecta.Esta nos llena de una manera sobrenatural.Puesto que por muchas veces que tratemos de buscar distintos tipos de cosas en el mundo,este jamás nos llenarán,todo será efímero y con huecos,viviremos el mundo proceso siempre.
—Rocío Mandiola 4to Medio A .
El alma y el orden, a simple viste hace creer que no tienen nada que ver, pero en realidad todo lo que nos rodea va de la mano con el orden, el orden es lo que nos mantiene al margen.
Ahora el alma de toda las personas son diferentes y tiene que ver con la paz de nuestro cuerpo, en nosotros tiene que reinar una paz, la cual se puede hacer de diferentes maneras y aquí es donde entra el orden, con el orden nuestra alma se encuentra en total paz, ya que hay un completo equilibrio. Cuando adoramos a Dios nuestra alma està en total paz ya que el puede lograr eso en nosotros.
Millaray Vicencio 4ºMB
la parte que me gusto fue la de el alma y el orden, porque necesitamos un orden para lo que es el alma, se sabe que para todo existe un orden, como por ejemplo los autos se rigen por los semáforos de las ciudades. y si los autos tienen un orden el alma debe tener si o si un reglamento por el cual se rija, en este caso el alma encuentra un orden en la biblia mediante los 10 mandamientos, que nos muestran como debe ser el actuar del alama y consecuentemente de la persona para así lograr hallar gracia delante de los ojos de dios y poder algún día habitar junto a el en el reino de los cielos.
jorge flores 4 to Medio B
Me llamó mucho la atención la parte de alma y orden, porque en sí a lo largo de nuestras vidas creemos que esto no tiene una gran importancia, pero es todo lo contrario porque todo lo que hacemos va junto al orden, sin el orden en las personas todo seria muy distinto, nisiquiera habría por así decirlo disciplina en nosotros los seres humanos.
Y en el tema del alma, creo que esto es una de las cosas más importantes en nuestras vida, aunque todas las personas tenemos distintas almas, pero siempre en el alma tenemos que tener una gran tranquilidad y paz, y para esto estar siempre de la mano de Dios, que es el único que siempre nos tendra nuestra alma en paz, actuemos bien delante de sus ojos y cuando llegue el momento de partir, disfrutar de nuestro Señor con nuestras almas limpias y en paz total.
Tamara Rojas 4MB
ME GUSTO MUCHO ESTE ARTICULO A lo que se refiere en alma y orden , ya que nosotros las personas necesitamos del orden para que todo en nuestras vidas funcione de manera correcta como debe de ser,y como también nuestras almas sean IGUALES O DIFERENTES DIOS ES EL ÚNICO QUE ES CAPAZ DE SANAR Y PROTEGER NUESTRAS ALMAS POR SOBRE TODAS LAS COSAS.
NICOLE CASTILLO 4MB
El texto presente nos demuestra claramente la relación que existe entre el orden y el lograr alcanzar la paz, estoy de acuerdo con el texto cuando dice que Dios impuso todo orden en las cosas, la biblia menciona que Dios es un Dios de orden,y mediante esto el le dio vida la tierra.
Nosotros podremos alcanzar la paz cuando nuestras acciones no se contradigan y lleven un orden, y así como menciona el artículo no hay otra forma de llegara este orden sino es por medio de la ley de Dios y el seguirla de forma rigurosa, ya que esta no se contradice a sí misma.
Fabiana Roco Araya 4°MA
este articulo es muy interesante ya que habla del orden y que eso conlleva a la paz ,para que hay orden debe haber un sistema donde cada cosa,persona o animal este en un orden establecido logrando la paz tal como lo hizo dios cuando dios creo la tierra en 6 días que fue haciendo las cosas día a día y de manera separada para que se creara tal orden entonces se da una correlación entre orden y paz.
fabian morales 4ma
Me gusto bastante este artículo ya que si lo vemos a simple vista podemos ver que pareciera que no tiene nada que ver, pero si tiene que ver y en muchas cosas, y una de ellas es llevar a Dios en nuestro corazón, así el podrá obrar en nosotros, y el nos dará paz, armonía y el orden que necesitamos conocer.
Camila Miranda 4MB
Me gusto este articulo y lo recomiendo ya que este nos habla de que el orden, la paz y el alma están vinculados entre si ya que para que nosotros tengamos paz en nuestra vida primero hay que ordenar nuestro corazón y nuestra alma y solo con la ayuda de Dios lo podemos hacer ya que solo en su palabra y en su ley encontraremos la verdadera paz para nuestra vida terrenal. Ademas nos enseña que si el ser humano siguiera estos sencillos pasos tal ves nuestra sociedad viviría en armonía y en paz verdadera.
Yeraly Candia 4MB
Me parece bastante interesante este articulo, ya que nos da a entender como el orden conlleva a la tranquilidad en el día a día, no solo siendo ordenados con nuestras vidas si no a la hora de convivir con el otro, si tenemos orden y aprendemos a vivir con el, podremos tener paz. Dios a la hora de crear todo lo que tenemos les dio un orden a cada cosa, sin este orden la paz se ira acabando y como personas seremos menos disciplinadas
Génesis Tapia 4MA
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