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miércoles, 14 de marzo de 2012

Rol del profesor de Religión


El profesor de Religión en las escuelas adventistas, ¿tiene un rol primordial?

Víctor A. Jofré Araya
Magíster (C) en Educación Religiosa
Profesor de Religión y Filosofía
Colegio Adventista de Iquique, Chile
Introducción
Como ex-alumno y actual profesor de Educación Religiosa de un Colegio Adventista, continuamente me he enfrentado a la crítica por parte de alumnos y apoderados que mantienen una posición hostil a la enseñanza de la Religión en nuestras escuelas y liceos. Es más, en más de alguna oportunidad esa crítica la he recibido de hermanos y hermanas de la misma iglesia que opinan que no se debería impartir dicha clase en forma obligatoria a nuestros alumnos y alumnas. Algunos de ellos afirman que basta y sobra con lo recibido en la casa cada día y en las reuniones de iglesia cada fin de semana. “La vida espiritual de mi hijo(a) –afirman– no depende de una clase de Religión”.
Si bien algunos estarían de acuerdo con que “la integración de fe y enseñanza ha llegado a tener el significado de que nuestro sistema de creencias colorea el proceso de educación y altera el producto de la educación” (Morrison, 1995, p. 9) y por lo tanto estarían de acuerdo en la plena vigencia de las clases de Religión y de un programa aguerrido de integración de la fe en los procesos de enseñanza-aprendizaje en nuestras escuelas, se muestra la otra alternativa que, aunque proviene de lo que podríamos considerar una minoría no deja de ser importante o digno de consideración.
Ante este escenario, ¿puede el profesor de Biblia revertir estas opiniones adversas? ¿Qué rol cumple esta importante pieza del sistema educativo adventista en la visión acerca de dicho sistema en la mente de alumnos y apoderados? Ted Wilson (2011), actual presidente de la Iglesia Adventista del Séptimo Día a nivel mundial, afirma en este respecto que nuestras escuelas, tanto secundarias como superiores, “brindan la comprensión fundamental que necesitan los estudiantes para tomar decisiones, aun en medio de todas las falsificaciones” (p. 10).
En busca de un solución
Valuegénesis, un estudio sobre espiritualidad de nuestros jóvenes realizado en la década de los ’80, arrojó entre sus resultados que el 63% de alumnos de 6° a 12° grado de escuelas adventistas dicen que el profesor de Biblia es un factor de importancia en sus decisiones espirituales (Gillespie, 2006). Es decir, por cada dos alumnos que no aprecian la clase de Religión, existen al menos tres que sí lo hacen. Aquello es alentador, si consideramos además que a diferencia de lo que podríamos esperar la cantidad de alumnos de nuestra iglesia que asisten a nuestros colegios no sobrepasa el 40%. Al menos en mi Colegio esa realidad un tanto cruda es patente.
Ahora bien, “como adventistas, la Biblia entera es importante para nuestra fe” (Hasel, 2006, p. 10) y, ¿quién es la persona más apropiada para enseñarla en nuestras escuelas que el profesor de Religión? Si bien es cierto que se espera que cada profesor integre en su currículum “vistazos” de la fe bíblica y de la vida cristiana, es más cierto aún que esa tarea muchas veces no se realiza a cabalidad. Esto produce, entonces, que la figura del profesor de Educación Religiosa no pase desapercibida a la vista de apoderados y alumnos, transformándose en muchas oportunidades en mano derecha de la Capellanía y apoyo espiritual para muchos alumnos en diferentes circunstancias y oportunidades. Aquí algunos afirman que enseñar las Sagradas Escrituras debería ser un ministerio para el cual se esté debidamente adiestrado, haciendo de la clase de Religión la más importante en nuestro currículum (Henri, 2006).
Reafirmando la idea anterior, en un estudio realizado por Grajales y León (2007), se determinó que la mayoría de los padres y alumnos de cursos terminales de enseñanza básica daban primacía a cuatro puntos relevantes de la educación adventista: (1) aceptar a Cristo como Salvador, (2) cultivar la comunión diaria con Dios, (3) aprender a tomar decisiones apropiadas y (4) que la Biblia fuese la base de la enseñanza. Y otra vez me pregunto: ¿quién es la persona que puede proveer en el salón de clases del clima apropiado para realizar dichas tareas y promover en los alumnos y alumnas las instancias de decisión que le permitan acercarse a la Palabra de Dios y finalmente decidir por Jesús? La respuesta parece obvia: el profesor de Religión.
Sin embargo, muchas veces se asigna la clase de Religión “a personas de tiempo parcial, que no están comprometidas en hacer de la sala de clases una prioridad, o que simplemente no saben cómo enseñar Biblia de manera efectiva” (Henri, 2006, p. 3). En este sentido, la escuela estará dando una señal disonante, pues por un lado afirma que la enseñanza de la fe es importante, pero por otro lado asigna en esta labor de relevancia a personas poco capacitadas o poco motivadas para realizarla.
A propósito de lo mismo, el espíritu de profecía afirma:
Debe emplearse el mejor talento ministerial para conducir y dirigir la enseñanza de la Biblia en nuestras escuelas. Los que son elegidos para esta obra necesitan ser cabales estudiantes de ella; deben ser hombres que tengan una profunda experiencia cristiana; y su salario debe pagarse del diezmo (White, 1971).
Conclusiones
La evidencia empírica apoya la importancia y el valor de integrar la fe en la enseñanza. Dicho lo anterior, es que postulo la relevancia debida del maestro de Educación Religiosa en nuestras instituciones educativas. Un maestro capaz de aproximar a los alumnos a la fe viva que se vierte de las Sagradas Escrituras, que hace de Jesús el amigo de los niños, niñas, jóvenes y señoritas con los cuales se rodea a diario, dentro y fuera del salón de clases. Un maestro capaz de hacer de cada clase una instancia de aprendizaje y decisiones espirituales. Un maestro que sea un agente de cambio. Un maestro cabalmente capacitado, adiestrado y motivado para llevar a sus alumnos y alumnas de las superficialidades del mundo contemporáneo a las profundidades de la Palabra de Dios y desde allí alzarlos a los pies de la cruz, para hacer del Señor, no sólo su mejor amigo, sino su Salvador en esta vida y en la eternidad. A ese tipo de maestros el Señor llama y mi desafío convertirme en esa clase de maestro también.
Referencias
Gillespie, V. B. (2006). El ministerio de la enseñanza de Biblia. En Revista de Educación Adventista, 23, 21-24.
Grajales G., T. y León V., V. (2007). Importancia y efectividad de la filosofía educativa adventista en Chile. En Revista Internacional de Estudios en Educación, 7 (2), 82-94.
Hasel, F. M.. (2006). Entregar lo que es realmente importante: Transmitiendo los valores y creencias adventistas junto con un espíritu de servicio y misión. En Revista de Educación Adventista, 23, 10-15.
Henri, D. (2006). Para mejorar la calidad de la enseñanza de Biblia. En Revista de Educación Adventista, 23, 3, 32.
Morrison, P. B. (1995). Su clase de Biblia: ¿Da vida o letargo? En Revista de Educación Adventista, 3, 9-12. Recuperado el 9 de febrero, 2012 de http://circle.adventist.org/files/jae/sp/ jae1995sp030904.pdf
White, E. de (1971). Consejos para los Maestros. Mountain View, CA: Asociación Publicadora Interamericana.
Wilson, T. N. C. (diciembre 2011). Una red de crecimiento. En busca de los factores que hacen a la identidad adventista. En Adventist World, 8-10.